Uno de los grandes problemas en México es la inseguridad, pues para la mayoría de los mexicanos es preocupante el hecho de salir a la calle y que, sin más, sea despojado de sus pertenencias. Esto puede ir tan lejos que se convierte en un asunto patológico y trastorna la vida diaria de las personas. Este trastorno se le conoce como harpaxofobia.
Los datos de la última Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana (ENSU) del INEGI revelan que en México el 62.3 % de la población de 18 años o más cree que es inseguro vivir en su respectiva ciudad. El miedo a ser robados es algo normal y justificado en un país como el nuestro, pero el problema escala a otras dimensiones cuando se sobrepone a las vidas normales.
El término harpaxofobia proviene de las palabras en latín “harpax”, que significa “ladrón”, y “phobos”, que significa “miedo”. Es considerado un desorden sicológico dentro de las fobias específicas, es decir, la idea de ser robado o asaltado en cualquier momento y lugar. Con esto hay una ansiedad y terror desproporcionado, en situaciones concretas, algunas veces sin justificación.
Se da especialmente cuando se está en espacios que se consideran aptos para ser un “blanco fácil” de robo; callejones, calles solitarias, lugares concurridos con mucha gente o en casa, son algunos de los sitios donde se cree alguien puede ser víctima. No es simplemente el miedo a una persona, sino la combinación de múltiples factores en un solo ambiente lo que detonan la fobia.
Gracias a la harpaxofobia se evita ir a ciertos lugares, salir a determinadas horas o se es demasiado meticuloso con la forma de cuidar el entorno “seguro” como la casa, revisando que puertas y ventanas estén cerradas, lo mismo con cualquier sitio que sirva para colarse a casa y robar.
No está catalogado como una patología determinada por los expertos en sicología, esto se debe a que también se explica como una respuesta adaptativa, aunque exagerada a un ambiente de violencia y hostilidad. No obstante, sí hay una serie de síntomas que denotan a una persona con harpaxofobia.
Lo primero es la ansiedad extrema a todos los estímulos de “peligro”, ya sea hacia espacios públicos, personas “sospechosas” o en entornos desconocidos. Al salir de la zona de confort y seguridad, una persona con harpaxofobia siente miedo a estar sola y, en general, a todo lo que es extraño en la vida diaria.
De igual forma, se genera la obsesión de tener todo bajo control a fin de evitar la irrupción de un ladrón. Todo el tiempo se está al pendiente de que la casa esté bien cerrada y que no haya nada fuera de lo común en el entorno inmediato. No conseguir este “control” deviene en irritación o sentimientos de frustración por creer que la seguridad que se tiene nunca es suficiente.
Un síntoma más es que las personas todo el tiempo desarrollan pensamientos intrusivos y catastróficos sobre ser robados. No hay momento en el que no se imaginen ser víctimas de un hurto. Lo último es que la harpaxofobia impacta en la vida diaria porque no se confía en nuevas personas y se evitan a toda costa los “peligros” como el simple hecho de salir a la calle.
En lo físico, se puede ver sudoración extrema, reacciones físicas inconscientes, aceleración en el ritmo cardíaco, escalofríos, mareos, dificultad para respirar y en los casos más extremos, desmayos por ataques de ansiedad.
¿Qué lo ocasiona? No hay un dictamen específico sobre lo que ocasiona la harpaxofobia, aunque sí hay una serie de causas probables. La primera es inevitablemente las experiencias traumáticas que se han vivido, no solamente los robos de los que una persona ha sido víctima, sino la gravedad y la frecuencia con que suceden.
Finalmente, cuando una persona es asaltada, en ocasiones no es un evento demasiado violento, pero otros factores biológicos como la predisposición a enfermedades mentales o deficiencias como la insuficiencia renal son detonantes para la harpaxofobia.