Ayer conocimos los datos definitivos del comportamiento de la economía durante el segundo trimestre de 2020, las cifras confirmaron las estimaciones oportunas que se publicaron en julio con una pequeña moderación de la caída. Se trata de la mayor contracción del Producto Interno Bruto (PIB) desde que se lleva la contabilidad nacional de forma sistematizada (desde hace al menos 90 años).
Tenemos que recordar que el PIB es la suma del valor en pesos de todo lo que se produce en el país en un periodo determinado, en este caso, en un trimestre. Para medir correctamente las variaciones de la producción tomamos un año base para los precios y los mantenemos constantes, a este proceso aritmético le llamamos “deflactar”, porque elimina el efecto inflacionario y nos permite hacer mediciones de cuánto realmente cambió la producción sin que las variaciones en los precios afecten nuestros cálculos. Al resultado le llamamos PIB real.
El PIB en términos reales cayó 17.1% con respecto al trimestre previo y 18.7% si se compara con el mismo trimestre de hace un año. El sector más afectado fue el industrial que se contrajo 25.7% y el menos afectado fue la actividad del campo en apenas 0.2%. Comparada con otras economías, la caída de México se ve moderada; Estados Unidos se contrajo 32.9%; la zona Euro cayó 12.1%, con Reino Unido y España a la cabeza con 20.4 y 18.5% respectivamente.
Una caída económica siempre es una mala noticia, podemos matizarla si argumentamos que no fue tan profunda como en los países más desarrollados, pero sigue siendo una mala noticia. Sin embargo, tenemos que considerar las causas de la caída, se trata de una contracción abrupta e inesperada por una externalidad provocada por un desastre natural. Desde una perspectiva de riesgo ambiental, este tipo de externalidades no son predecibles. En efecto, ningún modelo económico presentado el año pasado, preveía una caída de esta magnitud.
¿Qué sí se puede hacer? Prevenir los posibles daños y gestionar el proceso de recuperación. La pandemia nos llegó en un mal momento: la economía mundial se encontraba en una fase secular de descenso, es decir, estaba en una tendencia a la baja. Para México la curva económica estaba desacelerándose desde 2017 pero acumulaba un proceso de estancamiento de al menos 40 años (1980-2020), con un grave deterioro en todas las variables sociales: los niveles de pobreza y desigualdad, similares a los de la década de los ochenta; los niveles salariales y la calidad de vida de la clase trabajadora, inferiores a los de la década de los setenta; el sistema de salud colapsado por más de dos décadas.
Considerando este escenario es claro que la economía mexicana ha resistido por encima de las expectativas. También hay que decirlo, ha sido acertado el papel del Estado, tanto en materia de política fiscal por el presidente de la República, como monetaria por el Banco de México.
La buena noticia es que ayer también se publicaron los datos del Índice Global de la Actividad Económica (IGAE) para el mes de junio. Esta medida es considerada un indicador adelantado del PIB porque se calcula con datos de la actividad industrial, comercial, agropecuaria y financiera con una representatividad cercana al 95%. El resultado mostró un aumento mensual del 8.9%, tal y como se muestra en la gráfica 1.
Elaboración propia con datos de INEGI
Después de las caídas de abril y mayo, junio presenta un alza; muy similar al comportamiento que presentamos en semanas anteriores sobre el empleo y que significa una recuperación en V. Si la tendencia se mantiene podríamos adelantar que el tercer trimestre mostraría un aumento de entre el 9 y 11% y al cuarto trimestre los niveles económicos podrían haberse recuperado.
Será importante que continúe la sincronización entre la política fiscal y monetaria para fomentar el consumo interno mediante la expansión crediticia; que se mantengan las políticas de recuperación salarial y mejoramiento en la calidad del empleo. Pero, sobre todo, hacemos un llamado a todos los gobiernos locales a que en estos momentos se mantenga una política laxa con las actividades informales. El sector informal es en estos momentos una palanca para salir más rápido de la crisis y mientras el sistema no garantice el derecho al empleo digno, no puede criminalizar el trabajo informal de las actividades legales.
*Profesor-Investigador Facultad de Negocios, Universidad La Salle México
Miembro del Sistema Nacional de Investigadores
Twitter: @BandalaCarlos