
Este 17 de mayo, el mundo celebra el Día Mundial del Reciclaje, donde las campañas institucionales llaman a reducir, reutilizar y reciclar. Pero casi nunca se menciona a quienes, desde la informalidad, sostienen silenciosamente este sistema: los pepenadores, hombres, mujeres y familias completas que, entre basura y riesgos, son el eslabón clave en la economía circular de México.
Un trabajo esencial que opera en la sombra: el rol de los pepenadores
En México, se generan cerca de 120,000 toneladas de residuos sólidos diariamente, según cifras de ECOCE. De esta cantidad, poco más del 88% es recolectada, pero solo una fracción mínima es procesada mediante esquemas formales de reciclaje. La mayoría de los materiales son plástico, cartón, vidrio, metales, que son separados por recicladores informales, mejor conocidos como pepenadores.
Los pepenadores son el primer eslabón en la cadena del reciclaje. Se encargan de recolectar materiales reciclables directamente de las calles, basureros y tiraderos, para luego venderlos a intermediarios o centros de acopio. En América Latina y el Caribe, se estima que cerca de 2 millones de personas trabajan en esta actividad, responsables de hasta el 50% de la recuperación de material reciclado en la región.
En México, estos trabajadores recuperan entre el 8% y el 12% del peso total de residuos generados, lo que representa un aporte significativo a la reducción de basura y a la producción de materias primas secundarias.
Entre basura, riesgo y pobreza
La jornada de un pepenador comienza antes del amanecer. En botaderos a cielo abierto, calles o centros de transferencia, escarban entre la basura en busca de materiales vendibles. Todo sin guantes, sin cubrebocas y sin protección ante residuos peligrosos, vidrios rotos o materiales biológicos.
Al respecto, la Secretaría de Economía reportó que para el tercer trimestre de 2024, había 162,000 personas dedicadas al reciclaje informal en el país, con un ingreso promedio mensual de 5,000 pesos. Una cifra que representa apenas el 30% del ingreso promedio de un trabajador formal en México.
No obstante, la rentabilidad de esta actividad varía enormemente. Un pepenador en México puede ganar desde 350 hasta 1,800 pesos diarios, dependiendo de la zona, el material recolectado y si trabaja de manera independiente o para una empresa formal (donde los ingresos son considerablemente menores).
Sin embargo, estos ingresos no son constantes: si se enferman o sufren algún accidente, dejan de percibir dinero, ya que no cuentan con seguridad social ni prestaciones laborales. Además, los precios de los materiales reciclables suelen ser volátiles, lo que añade incertidumbre económica.
Impacto Social y Ambiental
Más allá de la subsistencia individual, la labor de los pepenadores tiene un impacto positivo en la sociedad y el medioambiente. Su trabajo reduce el volumen de residuos sólidos no recuperados, genera ahorros en el presupuesto público y contribuye a la circularidad de los materiales, disminuyendo la demanda de materias primas vírgenes y el consumo energético de la industria.
En Puebla, por ejemplo, los pepenadores deben recorrer los basureros entre montañas de desechos mal clasificados y en condiciones de inseguridad. Es uno de los oficios con peores condiciones laborales en el estado.
Invisible pero indispensable
La paradoja del pepenador es evidente: su trabajo es crucial, pero su existencia es ignorada. No hay seguridad social, contrato ni garantía de protección. Tampoco hay acceso a jubilación, a atención médica o a servicios básicos.
Organizaciones como WIEGO (Mujeres en Empleo Informal: Globalizando y Organizando) han luchado por el reconocimiento de los derechos de los recicladores de base, proponiendo su inclusión en esquemas cooperativos y programas municipales.
En la Ciudad de México, ya se han dado pasos para reconocer a los pepenadores como parte esencial del sistema de limpieza. El Global Alliance of Waste Pickers destaca que excluirlos de los sistemas formales viola sus derechos humanos y laborales.
En resumen, los pepenadores son piezas clave en el proceso de reciclaje, aunque su trabajo sigue siendo invisible y precario. Reconocer su aporte, dignificar sus condiciones y garantizar su inclusión en políticas públicas es esencial para avanzar hacia un modelo de reciclaje verdaderamente sostenible y justo.