
La Semana Santa es una de las conmemoraciones más importantes de la fe católica y moviliza a millones de fieles en todo el mundo, incluyendo México. Durante ocho días se recuerda la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo a través de diferentes celebraciones litúrgicas, como la última cena, el viacrucis y la resurrección.
Antes de esto, los creyentes viven la “cuaresma”, un tiempo de 40 días de penitencia y reflexión que prepara espiritualmente para vivir con humildad la Semana Santa. Según el derecho canónico, el único mandato obligatorio para los católicos durante esta época es la abstinencia de carne el Viernes Santo y el Miércoles de Ceniza, días que están marcados como obligatorios para el ayuno y la abstinencia.
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Sin embargo, existen muchas prácticas y prohibiciones no oficiales que algunos fieles siguen por respeto. Estas costumbres no tienen fundamento en la doctrina oficial e incluyen evitar el consumo de alcohol, abstenerse de mantener relaciones sexuales, no salir de fiesta ni participar en juegos de azar, así como no usar ropa de color rojo, no clavar clavos, ni bañarse en ríos.
Otros mitos que algunos creyentes siguen incluyen el no reír, no jugar, no caminar descalzo, no desvelarse, no abrir puertas ni ventanas, y no limpiar la casa. Aunque no son obligatorias, muchas de estas prácticas tienen la intención de mantener un ambiente de reflexión y solemnidad.
Por su parte, la iglesia católica invita a conmemorar la Semana Santa en oración, penitencia y recogimiento. Además, leer las escrituras, en especial los pasajes del Domingo de Ramos al Viernes Santo, es una forma conveniente de vivir estos días con devoción.
Aunque la edad exacta de Jesús al momento de su crucifixión no se sabe, se cree que tenía aproximadamente 33 años. Asimismo, se afirma que murió a la “hora nona”, que son aproximadamente las 15:00 horas, momento que en la devoción de la Divina Misericordia se denomina la hora de la misericordia.
Los fragmentos de la cruz en la que murió Jesús están en la Iglesia de la Santa Cruz en Jerusalén, en Roma. Sin embargo, a lo largo de los siglos, diferentes reliquias se distribuyeron por varias partes del mundo.