
Donald Trump incrementó la tensión comercial con China al imponer un arancel de 104 % a todos los productos importados desde ese país, medida presentada como un esfuerzo por proteger la economía estadounidense y recuperar el control sobre la manufactura tecnológica. Entre los grandes afectados, Apple recibió el golpe más duro.
La compañía sufrió un desplome bursátil abrupto, trastornos logísticos y una alteración en la viabilidad de productos como el iPhone. Gran parte de su producción se lleva a cabo en China, y con los nuevos aranceles, el coste de fabricar un solo iPhone subió más de 300 dólares, lo que obligó a la empresa a reaccionar con rapidez.
Sin embargo, los aranceles de Trump también afectaron a proveedores asiáticos, provocando caídas bursátiles generalizadas y cuestionando la actual estructura de producción y distribución de dispositivos electrónicos.
El anuncio tuvo efectos internos en Estados Unidos, pues tras la confirmación del arancel, Apple perdió su estatus como la empresa más valiosa del mundo, cediendo el primer lugar a Microsoft. En tan solo unos días, Apple tuvo una caída de 23 % en la bolsa, lo que equivale a una pérdida de capitalización superior a los 300,000 millones de dólares.
Pero el impacto no se limita a los números, ya que los consumidores, anticipando que los precios subirán, comenzaron a comprar productos tecnológicos de forma masiva. La razón es que el coste de ensamblaje en China pasó de unos 550 a 850 dólares en modelos como el iPhone 16 Pro Max, lo que se traduce como en un incremento de 43 % en el precio final si la empresa decide trasladar este gasto al consumidor.
Apple, en un esfuerzo por mitigar el impacto, transportó de urgencia varios lotes de iPhones desde India a Estados Unidos mediante cinco vuelos fletados, una estrategia de emergencia que busca esquivar el nuevo arancel antes de su implementación total. Sin embargo, producir fuera de China tampoco es una solución definitiva, ya que India y Vietnam enfrentan aranceles adicionales de 27 % y 46 %, respectivamente.
La posibilidad de trasladar la producción a suelo estadounidense es una posibilidad que plantea el gobierno de Estados Unidos; sin embargo, Apple reiteró que esta opción no es viable. Las razones van desde la falta de personal técnico capacitado hasta la imposibilidad de replicar la estructura de manufactura avanzada que China ofrece. Ni Steve Jobs en su momento ni Tim Cook en la actualidad vieron factible esa alternativa.