
El 6 de abril se celebra el Día Internacional del Deporte para el Desarrollo y la Paz, una fecha establecida por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en 2013 para reconocer el papel del deporte en la promoción de la paz, la tolerancia y el desarrollo sostenible.
Sin embargo, en la actualidad el deporte se ha desvirtuado a nivel mundial, ya que ha pasado de trasmitir valores y una vida saludable, se ha visto envuelto en politización, corrupción, negocios turbios y hasta violencia.
La politización en el deporte mundial es un fenómeno complejo, que refleja la interacción entre el ámbito deportivo y las dinámicas políticas, sociales y geopolíticas. A lo largo de la historia, el deporte ha sido utilizado como herramienta para proyectar poder, fomentar identidades nacionales, promover agendas políticas o incluso como medio de propaganda. El caso más reciente fue el Mundial de Futbol de Qatar 2022, donde la polémica se sustentó sobre aquellos países con cuestionamientos sobre derechos humanos invierten en grandes eventos deportivos para mejorar su imagen internacional.
Asimismo, gobiernos y regímenes como Arabia Saudí con su inversión masiva en deportes, buscan no solo prestigio, sino también legitimidad y cohesión interna. Asimismo, el Comité Olímpico Internacional ha enfrentado críticas por decisiones que reflejan tensiones políticas, como permitir a atletas rusos competir bajo bandera neutral tras la invasión a Ucrania en 2022, mientras Rusia organiza eventos alternativos como los "Juegos de la Amistad" para contrarrestar su exclusión de circuitos tradicionales.
La corrupción en el deporte mundial continúa enquistada en formas como el dopaje, las apuestas ilegales, el "sportwashing" y la opacidad en la gobernanza. Las reformas avanzan lentamente, mientras el dinero y el poder geopolítico continúan moldeando un terreno donde el juego limpio a menudo queda en segundo plano. Uno de los focos principales sigue siendo el futbol, el deporte más global y lucrativo, con el tema del FIFAgate, en el que se descubrieron sobornos por más de 150 millones de dólares, así como la gestión financiera y la asignación de torneos.
Los negocios turbios también se han presentado con mayor frecuencia en el deporte como el caso de la Liga Saudí, que se ha gastado miles de millones en fichajes estelares desde 2023, y su designación como sede del Mundial 2034 ha generado críticas por presuntas influencias económicas más allá de lo deportivo.
Las apuestas ilegales son otro problema, con un mercado global estimado en 1.7 billones de dólares anuales por la ONU, aunado a que las plataformas digitales han hecho más difícil su control.
La violencia sigue presentándose a pesar de los esfuerzos por erradicarlos. En Europa, los ultras y grupos radicales protagonizan enfrentamientos con heridos. En América Latina, las barras bravas, especialmente en países como Argentina y Brasil, están vinculadas a agresiones mortales y redes criminales. Por ejemplo, en Brasil, una aficionada del Palmeiras falleció en 2023 tras ser atacada con una botella en una pelea entre hinchas.
México no se ha quedado atrás en este aspecto, ya que la violencia en los estadios se ha hecho presente múltiples veces, episodios que han dejado víctimas mortales y numerosos heridos, como lo ocurrido en el Estadio Corregidora de Querétaro el 5 de marzo de 2022.
El racismo es otra forma de violencia que persiste, lo cual refleja una tolerancia implícita que expertos atribuyen a la normalización de ciertos comportamientos donde la “pasión” se usa como excusa.
La violencia de género también ha ganado visibilidad. Casos como el de Luis Rubiales en 2023, con el beso no consentido a Jenni Hermoso, o las denuncias de abuso en el futbol femenino sudamericano, muestran cómo las estructuras de poder en el deporte perpetúan dinámicas machistas. En el deporte base, la presión excesiva sobre menores y la falta de protocolos contra el acoso agravan el problema.