El Cereso de San Miguel: fugas, corrupción y tragedias

El Cereso de San Miguel: fugas, corrupción y tragedias

Foto: Enfoque, FreePik

El Centro de Reinserción Social (Cereso) de San Miguel, ubicado en Puebla capital, ha sido escenario de varias fugas o intentos de evasión de reclusos a lo largo de los años, lo que ha puesto en alerta a las autoridades estatales y federales, además de generar gran preocupación entre la ciudadanía.

 

El reciente caso de un interno de nombre Germán, quien fue reportado en principio como no localizado para horas después ser hallado sin vida en un área diferente al dormitorio al que estaba asignado, no es el único que ha puesto al centro penitenciario en el ojo del huracán. A pesar de los esfuerzos por parte de las autoridades para mejorar la seguridad en las cárceles del estado, el Cereso de San Miguel sigue enfrentando graves problemas de control, lo que ha derivado en situaciones de riesgo tanto para los internos como para la comunidad en general.

 

El Cereso de San Miguel ha sido una de las prisiones más controvertidas en Puebla debido a la cantidad de fugas que se han registrado, siendo una de las más emblemáticas la ocurrida en septiembre de 2022, cuando un grupo de reos logró escapar de las instalaciones, desatando un operativo de búsqueda que duró varios días. En esa ocasión, los internos se aprovecharon de las debilidades estructurales y de seguridad del centro, lo que facilitó su salida.

 

En los últimos cinco años, el Cereso de San Miguel ha registrado al menos tres intentos de escape significativos, y muchos más casos de reclusos que han sido sorprendidos con objetos no permitidos, como teléfonos celulares, armas blancas y sustancias ilícitas.

 

¿Qué factores facilitan las fugas?

 

Muchos de los internos han logrado sobornar a los custodios para facilitar su fuga. Esto ha generado una creciente desconfianza en los sistemas de seguridad del Cereso de San Miguel, ya que algunos oficiales parecen permitir el acceso de objetos prohibidos o incluso facilitan las fugas a cambio de dinero u otros favores.

 

También es preciso mencionar que las instalaciones del Cereso son antiguas y muchas de las celdas están en condiciones precarias. Las rejas de algunas celdas están desgastadas, y los muros del penal presentan grietas o debilidades estructurales, lo que facilita las fugas.

 

Además, el personal del Cereso no siempre tiene los recursos suficientes ni la capacitación adecuada para prevenir las fugas. El alto índice de reclusos en el penal supera la capacidad del personal asignado, lo que hace que la vigilancia y los controles sean menos efectivos.

 

A pesar de los esfuerzos por mejorar la seguridad, el sistema de cámaras de vigilancia y los mecanismos de control en el Cereso de San Miguel no son del todo efectivos. Existen zonas ciegas donde la vigilancia es mínima, lo que da lugar a que algunos internos encuentren rutas para evadir a los custodios.

 

Las fugas o evasión de presos afectan también la percepción de la ciudadanía sobre la efectividad del sistema penitenciario, ya que se pierde la confianza en las instituciones encargadas de la seguridad. Esto ha generado críticas por parte de organizaciones civiles que exigen una reforma en los procesos de vigilancia, manejo de reclusos y una mejora en las condiciones laborales del personal de seguridad.

 

Es por ello que se han intensificado las revisiones de rutina y se han incrementado las sanciones tanto a los reclusos como al personal que se vea involucrado en actos de corrupción. La Fiscalía General del Estado ha solicitado mayores recursos para hacer frente a estos desafíos y garantizar la seguridad tanto al interior como fuera de las instalaciones.

 

Otros casos con resonancia en medios de comunicación

 

Uno de los casos más notorios ocurrió en enero de 2016, cuando un grupo de internos se escapó del penal mediante un túnel cavado en uno de los patios. La fuga fue descubierta en las primeras horas del día, lo que desató un operativo de búsqueda, pero los reclusos no fueron recapturados hasta varios días después.

 

Las denuncias de violencia física y sicológica dentro del penal son comunes. En algunos casos, los internos han sido golpeados o sometidos a tratos inhumanos por parte de los custodios. En 2019, un grupo de reclusos denunció públicamente (a través de transmisiones en redes sociales) que algunos oficiales utilizaban el abuso físico como una forma de control, lo que generó una investigación de derechos humanos.

 

En 2020, se destapó el caso de un “club de reclusos” en el Cereso de San Miguel, que operaba como un grupo organizado dentro del penal. Este grupo estaba compuesto por internos de alto perfil, incluidos algunos miembros del crimen organizado, que se beneficiaban de trato preferencial y controlaban diversas actividades dentro del centro. La organización incluía la venta de protección a otros reclusos y el acceso a bienes prohibidos. Se trataba de un mercado negro interno donde los internos podían conseguir casi cualquier cosa, desde drogas hasta objetos electrónicos.

 

El caso del bebé Tadeo

 

Pero sin duda, el caso que puso a la cárcel en la mira del país fue el del bebé Tadeo. En enero de 2022 se localizó el cadáver de un bebé en el basurero del Cereso de San Miguel, situación que causó indignación, pero que también despertó ciertas dudas sobre qué había pasado y cómo fue que ingresó un bebé al penal.

 

Se supo que Tadeo, como se identificó al menor, nació el 4 de octubre de 2021 en un hospital del Estado de México, según el acta de defunción que fue presentada por los padres en la Fiscalía del Estado de Puebla. A consecuencia de problemas de salud, el menor falleció en un hospital de la Ciudad de México el 6 de enero de 2022 y fue sepultado más tarde en un panteón de la alcaldía Iztapalapa.

 

Pero el 10 de enero fue que se encontró el cuerpo en el Cereso de San Miguel. Un reo encontró el cuerpo mientras buscaba PETcartón y otros materiales reciclables entre la basura. Nunca se aclaró, pero se dio a conocer que el cuerpo del menor ingresó en una supuesta visita familiar, que presentaba una herida en el abdomen, que presumen fue provocada para rellenarlo con droga.

 

El cuerpecito tenía un brazalete con los apellidos Ayala Peralta, los mismos de Tadeo. Sus padres acudieron al panteón donde lo sepultaron, y cuál no fue su sorpresa al encontrar la tumba vacía, pues el cuerpo había sido exhumado de manera ilegal.

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