
Este 18 de marzo, se conmemora un aniversario más de la expropiación petrolera, un evento histórico ocurrido en 1938, cuando el entonces presidente Lázaro Cárdenas nacionalizó la industria petrolera, expropiando los activos de las empresas petroleras extranjeras que operaban en el país.
Durante todos estos años, Pemex se ha enfrentado a diversas crisis, controversias en las refinerías, actos de corrupción y un sinfín de problemas que han provocado un deterioro significativo en su desempeño, reputación y sostenibilidad financiera.
Actualmente, la industria petrolera en el país enfrenta un panorama complicado, debido a un recorte presupuestal para Pemex, baja producción y el impago a proveedores, lo cual podría llevar a una mayor dependencia de las importaciones de combustible y a un aumento en el precio de la gasolina.
El presupuesto asignado a Pemex para 2025 es de 464,255.2 millones de pesos, lo que representa una reducción real de 7.5 % en comparación con el año anterior, afectando la capacidad de la empresa para invertir en la exploración y producción de petróleo y gas.
La refinería de Dos Bocas enfrenta grandes desafíos para su puesta en marcha. Según la Secretaría de Energía (Sener), se espera que la producción y operación de la refinería alcancen solo el 50 % de su capacidad para finales de 2025, siempre y cuando se complete la instalación según su diseño, mientras que la capacidad máxima de producción no se espera hasta 2027.
En el caso de las seis refinerías del país (Minatitlán, Cadereyta, Madero, Salamanca, Salina Cruz y Tula), no operarán a más del 60 % de su capacidad debido a su baja producción, lo que significa que no podrán satisfacer la demanda total de combustibles del país. Y es que, a pesar de la puesta en marcha de la refinería Olmeca (también conocida como Dos Bocas) y las exportaciones de la refinería Deer Park, México seguirá dependiendo de las importaciones de gasolina y diésel. Esto se debe a que la producción nacional no es suficiente para cubrir la demanda interna.
La situación se ve aún más complicada debido a la deuda histórica de Pemex, que limita su margen de maniobra en el ámbito internacional y la pone en una situación de vulnerabilidad financiera. A pesar de las promesas de la Federación de cubrir los pagos pendientes a proveedores entre enero y marzo, aún no se han hecho. Esto genera un gran inconveniente para la empresa, ya que se avecinan licitaciones y contratos importantes en programas de exploración y producción.
El retraso en los pagos a proveedores podría tener consecuencias negativas en la capacidad de Pemex para participar en estas licitaciones y contratos. Es posible que se den asignaciones o licitaciones en un plazo récord, lo que podría beneficiar a algunas empresas, pero también podría generar cancelaciones de proyectos y contratos si Pemex no puede cumplir con sus obligaciones financieras.
El panorama pinta sombrío para Pemex. Además, la falta de inversión en la exploración y producción de petróleo y gas, la obsolescencia de la infraestructura y la necesidad de modernizar la empresa para enfrentar los desafíos del mercado energético global hacen que el futuro de Pemex sea incierto.