
Hoy, hace 143 años se quedó dormido en su sillón para siempre. Fue, en palabras de su entrañable amigo Engels, el más grande pensador que la humanidad haya producido. En pleno siglo XXI las ideas de Carlos Marx siguen siendo inquietantemente vigentes. De manera que, estudiar el capitalismo de la era de la Inteligencia Artificial con la perspectiva marxista tiene un gran poder explicativo porque nos ayuda a retirar el velo ilusorio del “trabajo libre” y nos muestra al “nuevo proletariado digital”, veamos algunos datos.
Las condiciones de explotación del trabajador, la acumulación de capital y la lucha de clases de la época de Marx no solo se mantiene, sino que ha mutado con el desarrollo tecnológico. Si en el siglo XIX la fábrica era el epicentro de la explotación, hoy lo es la plataforma digital. La economía de plataformas es la manifestación más icónica de la digitalización del trabajo, está desarrollando nuevas empresas y generando nuevos empleos que son mayormente flexibles y que otorgan a los trabajadores la falsa sensación de libertad y autonomía por “autoemprendimiento”. Nos referimos a las plataformas para taxis, transporte, comida a domicilio, hospedaje y un largo etcétera de servicios entregados a domicilio.
Aunque algunos economistas incautos le llaman economía solidaria, las empresas capitalistas aprovecharon estos espacios para reproducir sus prácticas. Uber, Rappi, Fiverr y muchas otras venden la idea de que los trabajadores son sus propios jefes. Sin embargo, detrás de esta narrativa, el capital opera con la misma lógica: maximizar ganancias y minimizar costos laborales.
Elaboración propia con datos de OIT, 2024
Los trabajadores de plataforma han crecido exponencialmente en los últimos años, principalmente desde la pandemia de Covid19. En países como la India, 1 de cada 4 trabajadores labora en plataformas, lo que coloca en el país con mayor número de empleados en este sector (ver gráfica). En ese top 5 también se encuentran Estados Unidos y Reino Unido. Más allá de las promesas, esto trabajadores ni son libres ni pueden considerarse empleos (o emprendimientos) de calidad.
Según la OIT, el 70% de los trabajadores de plataformas digitales gana menos del salario mínimo en sus países. El 20% son trabajadores migrantes, un 60% son hombres jóvenes menores de 40 años. Aunque parezca extraño, una cuarta parte de los trabajadores de plataforma tienen estudios de nivel superior, esa cifra alcanza el 70% en Estados Unidos; pero carecen de seguridad social, prestaciones y estabilidad. Son empleados sin ser reconocidos como tales, asumiendo todos los riesgos mientras las empresas se enriquecen. Marx describió este mecanismo hace más de un siglo: el capital siempre encontrará nuevas formas de extraer plusvalía.
Hoy, las plataformas no solo explotan la fuerza de trabajo humana, sino que buscan prescindir de ella. La automatización y la inteligencia artificial están desplazando empleos a una velocidad sin precedentes. Un informe de McKinsey estima que el 50% de las tareas laborales actuales podrían ser automatizadas con la tecnología disponible. Pero, en lugar de traducirse en jornadas laborales más cortas y mejor calidad de vida, el desempleo y la precarización aumentan. Marx habría reconocido en esto una nueva contradicción del sistema: el capital necesita trabajo humano para generar valor, pero al mismo tiempo lo expulsa. Lejos están esas plataformas de otorgar libertad y autonomía, el control es imperceptible y silencioso, pero implacable: son los algoritmos que controlan los movimientos y la cadencia de trabajo a partir de un sistema de precios que se ajusta dinámicamente de acuerdo a la demanda.
Si Marx viviera en la era digital, sin duda señalaría que el problema no ha cambiado: la estructura sigue beneficiando a unos pocos a costa del trabajo de muchos. La diferencia es que hoy la explotación se oculta bajo una capa de modernidad y flexibilidad.
En 1999, la BBC lo nombró el pensador más influyente del milenio. Más de un siglo después de su muerte, su legado sigue sacudiendo el debate sobre el trabajo, la explotación y el futuro del capitalismo. Si algo nos enseñó Marx, es que la historia no es estática. Las transformaciones del capital también abren grietas para el cambio. Quizá no sea la abolición de la propiedad privada lo que configure el futuro, pero sí una reconfiguración del contrato social y de los derechos laborales en la era digital. Hoy como hace siglo y medio: ¡Trabajadores de todos los países, uníos!
*Profesor-Investigador Universidad Autónoma del Estado de Quintana Roo
Miembro del Sistema Nacional de Investigadores e Investigadoras
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