Ha transcurrido el primer cuarto del siglo XXI, sólo por eso 2025 es simbólico. A diferencia de los finales de siglo, no hay un tono apocalíptico, pero sí transformador. ¿Qué se espera para este año en materia económica a nivel mundial?
En 2025 nacerán los primeros bebés que serán la generación beta; la generación alfa estará en la pubertad; los últimos centennials estarán en edad universitaria y los millennials serán los nuevos chavo-rucos. Desde luego estos cortes generacionales con simbólicos. Otro simbolismo es que entraremos oficialmente a la Quinta Revolución Industrial o Industria 5.0.
Desde la primera revolución industrial de 1760 con la invención de la máquina de vapor, han transcurrido ahora cinco grandes transformaciones: la segunda con la producción en masa (1890); la tercera con la era computacional (1960) y la cuarta con el internet de las cosas (2010) y la quinta será la era de la inteligencia artificial.
La inteligencia artificial es el punto más alto al que ha llegado la humanidad, hemos logrado reproducir la forma en la que trabaja nuestro cerebro y construimos redes neuronales artificiales que resuelven problemas con gran velocidad y precisión. Aún hay muchos incrédulos que no consideran que las máquinas pueden pensar, pero 2025 será el año en que muchos se convenzan. La razón es que la inteligencia artificial dejará de ser un concepto limitado a bots o algoritmos especializados y se transformará en lo que los expertos llaman inteligencia artificial general (AGI, por sus siglas en inglés).
Para entender un poco, hay tres niveles de IA: la débil, que es la que conocemos hoy como Chat GPT, que es más inteligente que algunos individuos, pero no más que toda la humanidad. La IA general que hoy está en fase de entrenamiento y está programada para el verano el lanzamiento comercial; tendrá la inteligencia de toda la humanidad. Por último, la Super IA posiblemente llegue en 2030 con la Industria 6.0 y será tan inteligente que será capaz de crear otras inteligencias artificiales.
Mientras los bots actuales están diseñados para tareas específicas, los nuevos "agentes de IA" serán capaces de entender, razonar y adaptarse a contextos complejos, un avance que cambiará la economía y toda nuestra forma de vida. Imaginemos a un agente no humano capaz de realizar análisis económicos completos, negociar en mercados internacionales y hasta asesorar en tiempo real a pequeños empresarios sobre la optimización de sus recursos.
La AGI marcará el inicio de una transformación radical en las dinámicas laborales. Sectores como la banca, la logística y la atención al cliente serán liderados por estos agentes, capaces de aprender constantemente y mejorar sus funciones sin intervención humana. Esto no significa que el empleo humano desaparecerá, pero sí que cambiará su naturaleza. El reto será encontrar el equilibrio entre la colaboración humano-máquina y la protección de los derechos laborales en esta nueva era. Cada vez será más común ver supermercados y bancos sin cajeros, telemarketing automático, autos sin choferes o profesores, arquitectos, abogados y hasta médicos realizando cirugías o presentadores de noticias que no serán humanos.
En 2025 se pondrá a la venta el primer robot con AGI que tiene habilidades y destrezas muy parecidas al ser humano y que podrá ser usado de forma doméstica, su precio podría ser menor al medio millón de pesos mexicanos y sus posibilidades de uso son casi infinitas.
Además, la industria creativa también vivirá una revolución. Mientras que en la Revolución 4.0 los algoritmos generaban imágenes, música o textos a partir de datos existentes, en la 5.0 los agentes de IA serán co-creadores. Un ejemplo claro son las herramientas que ya hoy empiezan a generar guiones de cine, piezas musicales personalizadas o incluso estrategias de marketing a medida, pero en 2025 lo harán con un nivel de intuición y creatividad comparable al humano.
En términos macroeconómicos, la llegada de la AGI plantea oportunidades y riesgos. Por un lado, la automatización avanzada puede aumentar significativamente la productividad global, permitiendo un crecimiento económico sin precedentes. Por otro lado, existe el peligro de ampliar las desigualdades entre países y regiones que adopten esta tecnología de manera temprana y aquellos que queden rezagados.
Los gobiernos y las organizaciones internacionales tendrán que actuar con rapidez para establecer marcos regulatorios que aseguren una distribución justa de los beneficios de la inteligencia artificial. Esto incluye políticas fiscales innovadoras, como gravar las ganancias generadas por las máquinas, así como fomentar la educación y reentrenamiento de los trabajadores desplazados.
En última instancia, el desafío no será solo técnico o económico, sino ético. ¿Cómo asegurarnos de que los agentes de IA trabajen para mejorar la calidad de vida de todos y no solo para beneficiar a unos pocos? ¿Cómo regular su desarrollo para evitar usos malintencionados?
2025 será un año definitorio. Entraremos a un espacio donde humanos y máquinas deberán colaborar de manera armónica, esto significa también iniciar la época transhumanista (seres humanos conviven cotidianamente con máquinas que tienen inteligencia similar o superior). Si logramos superar los retos, esta revolución puede ser recordada como el punto en que la humanidad dio un salto cualitativo hacia una economía más inclusiva, sustentable y creativa; sí no, podría ser el umbral de las pesadillas tecnológicas que nos ilustraron las películas de ciencia ficción más pesimistas.
*Profesor-Investigador Universidad Autónoma del Estado de Quintana Roo
Miembro del Sistema Nacional de Investigadores e Investigadoras
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