El 30 de noviembre se celebra el Día del Influencer, una figura que ha ganado terreno en el mundo digital, pero cuyo significado ha cambiado drásticamente en las últimas décadas. Desde las primeras personalidades públicas que influían en las decisiones de compra hasta los influencers actuales, la historia de esta figura es fascinante. Sin embargo, hoy la palabra "influencer" puede tener connotaciones tanto positivas como negativas.
A muchos les sorprenderá saber que el marketing de influencers no es algo moderno. De hecho, la figura de Santa Claus, a través de su asociación con Coca-Cola en 1920, puede considerarse uno de los primeros ejemplos de lo que hoy llamaríamos un "influencer", ya que ayudó a consolidar la imagen moderna de esta figura y, por ende, promovió el consumo de la marca.
Our modern image of Santa Claus was invented by Coca Cola in 1931. Before that, he was depicted as a tall thin man in elf-like clothes. pic.twitter.com/j30h0FMApB
— Weird History (@weird_hist) December 23, 2016
Asimismo, antes de que las redes sociales dominaran el mundo, el concepto de influencia estaba vinculado a figuras públicas como políticos, actores, artistas o líderes religiosos. Estos influencers, por lo general, tenían un impacto más controlado y, muchas veces, una intención positiva. Pensemos en personajes como Gandhi, Martin Luther King Jr. o incluso los artistas del Renacimiento, quienes influenciaron el pensamiento y las acciones de las masas hacia objetivos colectivos, como la paz, el progreso o el arte.
Con la aparición de Facebook, Twitter y YouTube entre 2004 y 2006, comenzaron a surgir los primeros influenciadores de redes sociales. Estos usuarios construyeron grandes comunidades alrededor de sus habilidades creativas o comunicativas, lo que les permitió influir sobre sus seguidores. A partir de allí, las marcas comenzaron a reconocer el potencial de estos creadores de contenido para promover productos o ideas de una forma más orgánica y personal. Hoy en día, el influencer es una de las estrategias más efectivas en el mundo digital.
A menudo, su popularidad proviene de la habilidad para generar interacción, polémica o simplemente por su presencia visual. Un ejemplo de esto son las figuras de la "cultura pop" que surgen y se mantienen gracias a los algoritmos de las plataformas, donde la cantidad de "likes" y "shares" tiene más peso que la calidad o la veracidad del mensaje transmitido.
Las audiencias que siguen a los influencers no son simplemente receptores pasivos; son consumidores activos que buscan identificarse con el contenido que consumen. Un factor clave en el éxito del marketing de influencers es la relación que estos logran construir con sus seguidores.
De acuerdo con un estudio de GROU sobre el Influencer Marketing, 86 % de las personas confían más en las recomendaciones de alguien que conocen o siguen en redes sociales que en los anuncios tradicionales.
Aunque las campañas con influencers han demostrado generar notoriedad, la verdadera pregunta es si logran convertir esa visibilidad en una decisión de compra. De acuerdo con SocialPubli, aproximadamente 30 % de los usuarios que siguen a un influencer afirman que este tipo de marketing influye en sus decisiones de compra.
En los últimos años, la figura del influencer ha ganado popularidad, pero también ha generado peligros significativos. Muchas personas sin preparación se han convertido en íconos de masas mostrando vidas llenas de excesos y comportamientos cuestionables, lo que atrae principalmente a jóvenes que sueñan con emularlos.
Esta glorificación de la superficialidad promueve el consumismo y la vanidad, mientras se desvirtúan los valores y se fomenta una generación que prefiere la fama instantánea sobre el desarrollo personal y académico. El verdadero riesgo es la capacidad de estos influencers para moldear a sus seguidores, llevando a muchos a perder su capacidad crítica y sus aspiraciones reales.