Continuando con la efervescencia del Buen Fin y todo lo que rodea a este evento, es una buena oportunidad para hablar sobre la oniomanía, mejor conocida como el trastorno del comprador compulsivo.
La oniomanía forma parte del grupo de trastornos de control de impulsos, por lo que se clasifica como una conducta adictiva, en la cual el placer de comprar se convierte en una necesidad, dando lugar a una dependencia sicológica.
Se caracteriza por un deseo incontrolable de comprar productos que en realidad no son necesarios y puede aumentar en ciertas temporadas del año, como la que está por presentarse este fin de semana.
De acuerdo con la catedrática de la Facultad de Psicología de la UNAM, Gabriela Orozco Calderón, los manuales siquiátricos no incluyen la compra compulsiva como una enfermedad; sin embargo, es muy parecida neurobiológicamente a la ludopatía, que sí está incluida en las conductas adictivas. Asegura que el trastorno llega a su punto álgido cuando el impulso morboso de comprar se vuelve incontrolable, aunque tenga consecuencias negativas para las finanzas y las relaciones interpersonales.
Dicho diagnóstico incluye pensamientos intrusivos, irresistibles y sin sentido por ir a comprar objetos que las personas no necesitan. Una vez que consiguen lo que quieren, disminuye la sensación placentera, y regularmente terminan guardándolo sin usarlo.
Los afectados por este trastorno regularmente sufren de alteraciones cognitivas que perjudican su toma de decisiones, ya que esta función, que se encuentra en la porción prefrontal del cerebro, donde se incluyen neurotransmisores como la dopamina y la serotonina, no trabaja eficientemente.
Esta patología normalmente es debida a problemas de estrés, trastornos de personalidad, baja autoestima, entre otros, donde el individuo recurre a las compras para obtener felicidad momentánea, y de esta manera, evadirse de todos sus problemas.
¿Cuáles son los signos de alerta para diagnosticar este trastorno mental?
Como hemos observado, el "placer" no reside en el producto en sí, sino en el acto de comprar. Los productos pasan a segundo plano, y como en toda adicción, ese deseo irrefrenable de consumir estará presente de una forma u otra. Ya sea por el bombardeo mediático y publicitario de las marcas o por alguna obsesión particular de la persona afectada.
Algunas señales de alerta que pueden presentar las personas que sufren este trastorno son:
- Ansiedad: los compradores compulsivos suelen sentir una ansiedad extrema por comprar ciertos artículos anunciados, que incluso, no han salido a la venta.
- Constante insatisfacción: a diferencia de lo que generalmente suele suceder, los compradores compulsivos suelen sentirse insatisfechos tras hacer una compra, lo cual hace que su ansiedad siga creciendo y los lleve a seguir comprando para llenar ese vacío.
- Culpabilidad: suele presentarse en los compradores compulsivos luego de cada compra. Entrando una vez más en el espiral compulsivo de comprar, sentir remordimiento y arrepentirse para luego volver a comprar.
Regularmente, un comprador compulsivo mantiene una actitud similar a la siguiente:
- Gasta más dinero del que su presupuesto le permite.
- Se arrepiente de algunas compras que hace o siente culpa luego de hacerlas.
- Compra cosas innecesarias o inútiles.
- Paga casi siempre con tarjetas de crédito y no concibe una vida sin ellas.
- Pierde tiempo del trabajo o del estudio buscando productos en internet.
- Cuando se enoja, se entristece o sufre una decepción, compra algún artículo.
- Siente una oleada de euforia y ansiedad antes de comprar algo.
- Miente a los demás sobre las compras hechas o los precios de los productos.
- Oculta la evidencia de las compras.
- Ha discutido con alguien acerca de su forma de comprar.