De tripas de animales a métodos hormonales: así han evolucionado los anticonceptivos

De tripas de animales a métodos hormonales: así han evolucionado los anticonceptivos

Foto: Unsplash y Enfoque

En 1994 se celebró la Conferencia Internacional sobre la Población y el Desarrollo (CIPD) y se determinó que cada 26 de septiembre se celebraría el Día Mundial de la Anticoncepción. Esta efeméride se hizo bajo la premisa de generar conciencia sobre los métodos anticonceptivos existentes para la planificación familiar, el control natal y la prevención de enfermedades de transmisión sexual (ETS).

 

Actualmente es gracias a los anticonceptivos que las personas, especialmente las mujeres, pueden tener una planificación familiar más controlada en cuanto al número de hijos que quieren y la distancia entre uno y otro. Esto ha llegado al punto de que países como México registran índices de natalidad más bajos, de acuerdo a cifras del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI).

 

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Contrario a lo que algunos creen, los anticonceptivos no son una creación de años recientes, pues han acompañado a la humanidad por más tiempo del que se puede pensar y han sufrido una larga serie de transformaciones. Pese a esto, se mantiene una constante, que es el hecho de que, en su mayoría, siempre han sido diseñados para mujeres, dejando pocas opciones para hombres.

 

De la prehistoria a la actualidad, así han cambiado los anticonceptivos

 

Los primeros registros que se tienen de métodos anticonceptivos datan del año 1200 a.C., del rey Milos, de Grecia, a quien se le atribuye el primer condón hecho de vejiga de cabra que usaba para protegerse mientras tenía coito. Si bien se reconoce que él fue el primero en usarlo, no se sabe con certeza si era por decisión suya o de las mujeres con las que sostenía relaciones sexuales.

 

Sin embargo, en ese momento histórico, el condón era más con fines de protección ante enfermedades de transmisión sexual, que para evitar los embarazos, ya que ni siquiera se conocía el concepto de anticoncepción.

 

En 1850, a.C., en Egipto, ya se mencionaba la anticoncepción en el Papiro de Petri, un escrito en el que se muestran diversas formas de evitar la fecundación. Los métodos incluyen mezcla de excremento de cocodrilo con hierbas para absorber el semen, miel y bicarbonato como irritante de la mucosa vaginal y espermicida, coito interrumpido y “tampones” de algodón, entre otras formas.

 

 

En Roma, Sorano de Éfeso, considerado padre de la ginecología, recomendaba usar mezclar aceite rancio de oliva, miel y bálsamo, e introducirlos en la vagina hasta el cuello uterino. Ahí también creían que se podía evitar con apretar el abdomen tras la fecundación, a fin de provocar que el semen saliera, algo que claramente no era efectivo.

 

Mientras tanto en culturas como Sri Lanka, las mujeres comían papaya el día del coito, o en China solían beber plomo o mercurio para evitar la fertilidad, aunque ello causaba infertilidad permanente o incluso la muerte a temprana edad. Escritos de “Medicina del Profeta” o de “Medicina islámica”, empleaban espermicidas con fórmulas secretas que eran introducidos en el útero.

 

Varios siglos después, en la época del Renacimiento en el siglo XV, se utilizaban sustancias como el vinagre o la miel para evitar que el semen cumpliera con su función de fecundar. En esa época, como una herencia del Islam, se usaban piedras y trozos de metal en el útero de las mujeres, algo que se hacía con camellos en siglos pasados.

 

Los bosquejos de lo que hoy conocemos como condones modernos se vieron en el siglo XVI, cuando el italiano Gabriele Falloppio inició el uso de fundas de lino para prevenir enfermedades venéreas. Más tarde, en el siglo XVII, en Inglaterra el rey Carlos I también usaba las llamadas “gorras inglesas”, que estaban hechas de tripas de animal y las confeccionaba su doctor de nombre Comdom.

 

 

Se siguieron usando distintos materiales y se comenzó a dejar atrás los de animal, por lo que no fue hasta 1920 y 1930, que el mundo conoció los condones de látex, un material distintivo por su elasticidad, durabilidad y protección para la protección contra enfermedades y embarazos no planeados. Hasta 1992 se vieron los primeros condones femeninos gracias a Erik y Bente Gregersen.

 

En el inter, fueron surgiendo otros métodos como la píldora anticonceptiva, creada en 1951 por el mexicano Luis Ernesto Miramontes Cárdenas, científico de la UNAM que marcó un hito en los métodos para mujeres. En 1909 surgió otro de los más usados y duraderos, el Dispositivo Intrauterino (DIU), creación del médico alemán Richard Richter, aunque fue modificada hasta que en 2001 alcanzó su forma final.

 

A día de hoy la variedad es grande, ya que existen espermicidas, parches para la no concepción, geles, píldoras para hombres y mujeres, anillos vaginales o inyecciones que modifican los ciclos hormonales de ambos.

 

¿Por qué hay más para mujeres?

 

Si bien existe una gran variedad de métodos y utensilios para la anticoncepción y la prevención de ETS, la mayoría se orientan al cuidado femenino, mientras que en los hombres las opciones son más limitadas. Esto se debe a factores como el hecho de que la producción de esperma es un proceso continuo y masivo, lo que complica desarrollar métodos que sean efectivos y reversibles.

 

También está la vertiente de que, históricamente, la responsabilidad social siempre ha recaído en las mujeres, lo que ha dejado una menor inversión en investigación y desarrollo de métodos para hombres. Esto se ve desde hace siglos a la actualidad, ya que la mayoría de los casos del pasado eran para las mujeres, liberando de la responsabilidad a sus parejas.

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