Ahora que la 4T está a punto de concretar la aprobación de la reforma al Poder Judicial de la Federación (PJF), varios sectores de la sociedad se han pronunciado tanto a favor como en contra del proyecto. Uno de los más destacados es el sector estudiantil, pues en este han salido múltiples voces que rechazan el proyecto, por lo que rápidamente empezó el parangón con el movimiento de 1968.
Antes de que la reforma se aprobara en la Cámara de Diputados y ahora que está próxima a discutirse en el Senado, estudiantes de la UNAM, el IPN, la Ibero, el ITESO o el CIDE, salieron a externar su rechazo y solicitar un diálogo con los legisladores. En respuesta, se fueron a una sede alterna y luego se encerraron en esta, negándose a escuchar los reclamos de los universitarios.
Las protestas de estudiantes se dieron en múltiples ciudades del país, por lo que se empezó a comparar con los movimientos de estudiantes de 1968 en México que en su momento también tomaron las calles. A estas movilizaciones se les denominó la “Generación del 24”, lideradas principalmente por estudiantes de derecho que no quieren la reforma por considerarla un intento de debilitar al PJF.
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— Imagen Poblana (@ImagenPoblana) September 4, 2024
Estudiantes de la @IberoPuebla protestan en contra de la #ReformaJudicial en el Bulevar del Niño Poblano. Hay cierre parcial a la circulación vehicular. pic.twitter.com/nCRdSm2g8V
¿En qué se asemejan estos movimientos?
Los estudiantes del 68 salieron a las calles en varias ocasiones para manifestarse en contra de los ejercicios de represión y autoritarismo del gobierno federal que encabezaba el presidente Gustavo Díaz Ordaz. Los principales contingentes de ese movimiento eran precisamente universitarios de la UNAM y el IPN, aunque luego se sumaron otras como el Colegio de México, la Ibero y La Salle.
Por su parte, el movimiento Generación del 24 tiene como motivación la reforma al PJF que impulsa el presidente Andrés Manuel López Obrador, que pretende que los juzgadores sean electos por el voto popular. El proyecto también incluye la figura de los “jueces sin rostro”, que resguarda la identidad de un juez en casos específicos, algo considerado un acto autoritario al que los estudiantes se oponen.
En el movimiento de este año también destaca la participación de casas de estudio como la de hace 56 años, tales como la UNAM, el IPN, La Salle y la Ibero, además de la Libre de Derecho y estudiantes de otras instituciones, aunque también hay quienes se manifiestan en apoyo a la iniciativa.
De igual forma, ambas movilizaciones se asemejan en el número de participantes que han congregado para su respectiva causa. En el 68 eran miles los manifestantes que salían a la calle, principalmente en la Ciudad de México, mientras que en la del 2024 se han visto manifestaciones en estados como la CDMX, Puebla, Jalisco, Baja California, Guerrero, Nayarit, Colima e Hidalgo, entre otros.
De igual forma, está la empatía que generaron en la sociedad más allá de los propios círculos estudiantiles que iniciaron los movimientos. En el 68 se vio como la lucha dejó de ser plenamente de estudiantes y rápidamente se unieron trabajadores, sociedad civil y todas aquellas personas que simpatizaran con su causa, algo que también se ve en la actualidad con la suma de trabajadores del PJF y demás asociaciones civiles en defensa del Poder Judicial.
No obstante, hay otras dos similitudes entre estos dos movimientos liderados por estudiantes: la renuencia de las autoridades a escuchar sus demandas y los intentos por deslegitimarlos, siendo dos escenarios que se repiten.
Por un lado, en las movilizaciones del 68 los estudiantes exigían al gobierno de Díaz Ordaz la liberación de presos políticos, eliminación de cuerpos policiales de represión, destitución de quienes reprimían manifestantes, pero sobre todo, diálogo con el gobierno. Lejos de atender sus consignas, la federación los ignoró y culminó con la matanza del 2 de octubre en la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco.
De igual forma, se enfrentaron a los ataques de la prensa y del oficialismo, quienes los tildaban de ser estudiantes “revoltosos”, “manipulables”, “vándalos” y que “no piensan por sí mismos”. Estas eran las formas mediante las cuales el gobierno atacaba a los jóvenes haciéndolos ver cómo simples peones de “manos extrañas” que los movían con fines políticos, tratando de restarle legitimidad a sus demandas.
En el contexto actual, todavía es visible la insistencia del gobierno federal, así como de los legisladores del oficialismo, a escuchar las peticiones de los estudiantes y trabajadores. Si bien este caso no se ha recurrido al uso de la fuerza pública, se ha amenazado con emprender acciones legales contra los manifestantes y los diputados tuvieron que esconderse en una sede alterna con tal de no escucharlos.
Por el otro lado, en estos días los estudiantes que se manifiestan también han sido objeto de descalificaciones por el oficialismo que los acusa de no conocer la iniciativa, o bien, porque sólo buscan defender supuestos privilegios. Lo mismo ocurre con la prensa afín a la 4T, ya que a los líderes de las manifestaciones los señalan de tener supuestos nexos con empresarios como Claudio X. González, todo para tratar de restarle mérito a su lucha.