El Día de la Mujer Indígena se conmemora el 5 de septiembre, con el propósito de reconocer y visibilizar la contribución de las mujeres indígenas a la sociedad y a la lucha por los derechos de los pueblos indígenas. Asimismo, busca concientizar sobre los desafíos y problemáticas que enfrentan las mujeres indígenas en sus comunidades y en la sociedad en general, como la discriminación, la violencia y la falta de acceso a servicios básicos.
Pero, realmente resulta contradictorio mencionar la palabra "celebración", cuando este sector sigue siendo marginado, explotado, violentado y discriminado. Las estadísticas son claras al señalar que ser una mujer indígena implica sufrir una serie de violaciones de derechos de manera sistemática y estructural. A lo largo de la historia, la población indígena ha sido empobrecida mediante despojo y extractivismo; a pesar del papel fundamental de las mujeres indígenas en la defensa de sus territorios, son ellas las que han sido más afectadas en el proceso de pauperización que sus pueblos han sufrido.
Las mujeres indígenas presentan un mayor porcentaje de pobreza, analfabetismo, muerte materna, enfermedades de transmisión sexual, violencia, exclusión y racismo.
¿Hay algo que festejar cuando las mujeres indígenas se encuentran en situaciones de alta vulnerabilidad, ya que enfrentan múltiples niveles de discriminación, tanto por su origen indígena como por razones de género y de estatus económico o social?
¿Hay motivos para celebrar cuando las mujeres indígenas enfrentan obstáculos estructurales, como la indiferencia del derecho y de los procesos administrativos y políticos que les impiden ejercer sus derechos humanos?
¿Hay algo que festejar cuando, en el acceso a la justicia frente a situaciones de violencia y discriminación, las mujeres indígenas enfrentan obstáculos aún mayores que las mujeres no indígenas?
Faltan muchos, pero muchos motivos para que realmente este día sea de celebración. La violencia de género, la desigualdad y la discriminación afectan desproporcionadamente a las indígenas, que además tienen un acceso limitado a la justicia, la educación, el empleo digno y los servicios de salud.
La vida de las mujeres indígenas en la actualidad es un tema muy complejo y diverso. Otra de las principales preocupaciones es la falta de acceso a la educación, ya que muchas mujeres indígenas no tienen la oportunidad de asistir a la escuela o de completar su educación básica. Esto limita sus oportunidades de encontrar un trabajo remunerado y de mejorar su calidad de vida. Desgraciadamente, siguen siendo vistas como ciudadanas de segunda clase y enfrentan barreras para acceder a servicios básicos.
Pero a pesar de todo ello, han surgido líderes indígenas que han ayudado a transformar las vidas de miles de personas en América Latina. Rosalina Tuyuc y Tarcila Rivera Zea han trabajado por los derechos de las mujeres indígenas y han sido reconocidas por su labor a nivel internacional. Ambas mujeres han sido pioneras en la lucha por los derechos de las mujeres indígenas y han inspirado a muchas otras a unirse a la causa.
Además, las mujeres indígenas han empezado a organizarse y a exigir sus derechos. Han creado organizaciones y movimientos para luchar por la justicia y la igualdad. Han comenzado a participar más en la política y a ocupar cargos de liderazgo.
La vida de las mujeres indígenas en la actualidad es un tema complejo que abarca tanto desafíos como logros. Es importante reconocer y apoyar sus esfuerzos para mejorar su calidad de vida y promover la igualdad y la justicia para todos los pueblos indígenas.