Derivado de la pandemia de Covid-19, el uso prolongado de psicofármacos aumentó, suscitando preocupaciones sobre los efectos que esto puede tener a largo plazo. La prescripción de los medicamentos psiquiátricos aumentó significativamente en la época de confinamiento debido al incremento de trastornos psicológicos como ansiedad, depresión y estrés postraumático. El crecimiento acelerado en el consumo de estos tratamientos llevó a una revisión detallada de las consecuencias potenciales para la salud mental y física de los usuarios, poniendo en foco el lado b de los medicamentos psiquiátricos.
Según The Lancet los efectos adversos asociados con el uso prolongado de los medicamentos psiquiatricos incluyen un rango de síntomas persistentes. Algunos de ellos pueden ser náuseas, aumento de peso, fatiga, insomnio y sequedad en la boca. Además, los datos del informe indican que el uso a largo plazo de antidepresivos puede llevar a un aumento del riesgo de diabetes tipo 2. Para manejar estos efectos adversos Mayo Clinic proporciona una serie de estrategias útiles, incluyendo la toma de los medicamentos con alimentos para reducir las náuseas, ajustar la dosis bajo supervisión médica, y evitar la interrupción abrupta del tratamiento para prevenir síntomas de abstinencia.
Por su parte, el Journal of Affective Disorders resalta que el uso de benzodiacepinas a largo plazo puede intensificar los síntomas de depresión, aumentar la necesidad de antipsicóticos de segunda generación, y dificultar el sueño. Estos efectos son preocupantes especialmente en adultos mayores, quienes pueden experimentar deterioro cognitivo y motor, además de un mayor riesgo de caídas. En estos casos, la Sociedad Española de Psicogeriatría recomienda una aproximación farmacológica para minimizar las contraindicaciones y mejorar la calidad de vida en pacientes mayores, sugiriendo una monitorización constante para ajustar la terapia según sea necesario.
Sumado a esto, se ha observado un aumento en el consumo de psicofármacos en diversas regiones, incluyendo América Latina. En Argentina, por ejemplo, se estima que alrededor de 3 millones de personas entre 12 y 65 años utilizan psicofármacos regularmente. Este aumento genera un debate sobre la necesidad de una prescripción más cuidadosa y educada para prevenir abusos y dependencias. Según un informe del Pan American Health Organization, el uso excesivo de psicofármacos en la región ha llevado a una mayor demanda de políticas de regulación y educación en salud mental.
Finalmente, como parte del lado b de los medicamentos psiquiátricos, según pudo acceder NotiPress, un estudio publicado en la revista Psychiatric Services sugiere que los efectos secundarios del uso prolongado de psicofármacos pueden ser manejados de manera efectiva a través de un enfoque integral donde se incluya la monitorización regular y el ajuste de dosis según las necesidades de cada paciente. Además se recomienda a los médicos estar atentos a estos efectos para garantizar que los beneficios del tratamiento superen los riesgos potenciales. La información de la revista pone en relieve la importancia de una supervisión continua para ajustar tratamientos y mejorar la seguridad del paciente en el uso prolongado de psicofármacos. (NotiPress)