Con el fin de concientizar sobre el cuidado de la salud mental desde diferentes aspectos, en los últimos años se han visibilizado los diferentes trastornos o síndromes que una persona puede llegar a sufrir. En este tenor, hay algunas condiciones sicológicas que recién comienzan a ganar notoriedad y de las cuales se sabe poco, como lo es el llamado síndrome del impostor.
Numerosas personas consiguen las metas que se proponen, alcanzan el puesto laboral que desean, construyen las relaciones que desean y logran la estabilidad económica que anhelaron. Más allá de sentirse alegres y conformes con ello, consideran que esos éxitos que por fin tienen, son producto de la suerte o meramente circunstanciales y, en pocas palabras, que no lo merecen.
Creer que uno mismo es impostor en cualquier ámbito puede parecer una sensación pasajera, pero este síndrome puede llevar a tener problemas laborales y fallos en las relaciones interpersonales. Es por esto que, en cuanto se sospeche de caer en él, lo ideal es recurrir a un profesional de la salud mental para que no tenga mayores consecuencias en la vida diaria.
¿En qué consiste el síndrome del impostor?
Este síndrome es una condición sicológica no clínica en la que una persona que consigue éxito, ya sea en la laboral, lo amoroso o escolar, tiene la sensación de que no se lo merece y todo lo logrado es un fraude. En este sentido, quienes lo sufren tienden a desarrollar la creencia de que por estar en un determinado cargo o posición son impostores, no deben estar ahí y no merecen dicho lugar.
Quienes desarrollan el síndrome del impostor piensan que no tienen los méritos para estar en el lugar que se ganaron y su presencia es un engaño. Estas personas creen que están engañando a los demás para hacerlos pensar que es bueno en su labor, mientras que en su interior no se pueden quitar la idea de que son incompetentes y que no deberían ostentar su cargo.
Las personas que se asumen como impostores no se dan el crédito por su trabajo y, en cambio, lo atribuyen todo a la suerte, a factores externos como la ayuda de alguien más y toman en cuenta todo menos sus habilidad y competencia, cualidades que suelen minimizar.
Esto suele tener graves consecuencias, como el hecho de generar la sensación de ansiedad por creer que en cualquier momento serán descubiertos como los fraudes e impostores que creen que son. Gracias a esto, viven en una constante inseguridad y buscan en todo momento la validación de los demás sobre sus acciones, pues consideran que su propia valoración no es suficiente.
Por lo general, aparece en las personas que empiezan un nuevo ciclo en su vida, como lo es entrar a un nuevo trabajo, lograr un ascenso, entrar a la universidad o iniciar una relación amorosa. En muchos casos no pasa de ser una condición pasajera que mejora con el paso de las semanas, pero en otros tantos se desarrolla hasta afectar la relaciones laborales e interpersonales, o bien, hasta caer en el autosabotaje para probar que no se está a la altura de las circunstancias.
Aunque el síndrome del impostor es detonado por varios factores, uno de los más importantes es la baja autoestima de una persona. Quienes viven con baja autoestima pasan todo el tiempo subestimando su actuar y creyendo que todo lo que hacen está mal, por lo al lograr un éxito, no importa si es menor o algo grande, inmediatamente dudan si es merecido o si este será duradero.
Además, hay otros detonantes como la excesiva atención a las críticas, pues apenas se reciba una negativa, esta marcará la forma de pensar por un largo periodo. También están las personas perfeccionistas, esas que todo el tiempo buscan ser mejores y, por consiguiente, dudan de sus capacidades y se exigen hacer las cosas mejor en cada momento.
Otro factor que lo propicia son los estereotipos de género, toda vez que generan presión en las personas para que cumplan con determinados roles que se asumen como algo meramente de hombres o mujeres. Esto puede afectar principalmente a las mujeres, quienes al incursionar en un ámbito que se supone es de hombres, empiezan a tener dudas sobre su permanencia en ese lugar y su competencia para desarrollar las mismas actividades.
Hay que aprender a tratar el síndrome del impostor
Para detectarlo es importante fijarse en varios aspectos de la vida, tales como las dudas frecuentes sobre uno mismo, no aceptar las victorias ni las recompensas que por ellas se obtienen, o bien, sentir un miedo intenso al fracaso. Otros síntomas son la desconfianza y baja autoestima, sabotearse y no darse el crédito por todos los logros que se alcanzan, o considerar que todo es gracias a alguien más.
Revertir esta situación es fundamental para tener una buena calidad de vida, crecer en autoestima y no deteriorar las relaciones laborales e interpersonales. Lo primero que se debe hacer es centrarse en los hechos y darse cuenta que la sensación de no ser competente se limita a una cuestión mental y no es real. De igual forma, hay que aprender a interpretar las críticas y tomarlas como algo constructivo, no como un sinónimo de fracaso.
Este siempre tendrá mejores resultados si se atiende de la mano de un profesional de la salud mental, con quien se trabajará para desafiar los pensamientos negativos y comprender su origen. Finalmente, es importante compartir con las personas del círculo más cercano como te sientes, pues muchas veces este tipo de condiciones son el resultado de guardarse todas las sensaciones negativas y no tener una red de apoyo.