Regreso a clases: ¿la salud visual del estudiante cómo está?

Regreso a clases: ¿la salud visual del estudiante cómo está?

Foto: Freepik, Enfoque

El ciclo escolar 2024-2025 está a pocos días de dar inicio, y muchos padres de familia aún se alistan para el regreso a clases. Pero entre las compras de útiles, uniformes, zapatos, mochilas, entre otros artículos, olvidan un aspecto fundamental para el buen desempeño escolar de sus hijos: la salud visual.

 

La salud visual juega un papel crucial en el desarrollo académico y el rendimiento escolar de los niños. Una visión clara y saludable es esencial para que los pequeños puedan participar plenamente en las actividades educativas y lograr su máximo potencial.

 

Cuando un niño tiene dificultades visuales no diagnosticadas o no corregidas, puede experimentar una serie de problemas académicos, como bajo rendimiento escolar, dificultad para comprender y seguir el contenido de las clases, lo que lleva a un bajo desempeño en tareas y exámenes.

 

Los problemas de visión también pueden afectar la salud mental de los estudiantes, causando ansiedad, depresión o estrés. Además, pueden experimentar fatiga ocular después de llevar a cabo actividades visuales prolongadas, lo que afecta su capacidad para concentrarse.

 

A esta situación, hay que sumarle que los alumnos con mala salud visual pueden tener dificultades para ver lo que el profesor escribe en el pizarrón, lo que afecta su capacidad para seguir las lecciones y tomar notas. Además, pueden presentar dificultades para llevar a cabo actividades visuales como dibujar, pintar o trabajar con objetos pequeños.

 

Un punto importante es que los estudiantes con problemas visuales pueden sentirse inseguros o avergonzados por sus limitaciones, lo que afecta su autoestima y confianza en sí mismos. Además, estas dificultades les impiden, en muchas ocasiones, participar en actividades extracurriculares que requieren habilidades visuales, como deportes o arte. De igual forma, los estudiantes con problemas oculares pueden tener dificultades para interactuar con sus compañeros durante las actividades grupales o deportivas, lo que puede afectar su capacidad para desarrollar habilidades sociales.

 

Existen varios problemas visuales comunes que afectan el aprendizaje. El más frecuente entre los niños y jóvenes menores de 20 años es la ametropía, que incluye cualquier defecto en el ojo que no permite enfocar bien las imágenes, como la miopía, hipermetropía y astigmatismo.

 

La miopía es un defecto refractivo que provoca mala visión de lejos; en el caso de la hipermetropía, resulta difícil ver los objetos cercanos; y el astigmatismo causa visión borrosa tanto de lejos como de cerca.

 

La miopía es el problema visual más frecuente en niños. Sin embargo, otros problemas que pueden surgir en edades tempranas son el estrabismo, un padecimiento oftalmológico que provoca una desviación de los ojos, y la ambliopía, que causa visión reducida debido a un desarrollo anormal de la visión.

 

El uso excesivo de celulares y tabletas durante el día aumenta el riesgo de desarrollar miopía en menores de 5 años, e incluso puede causar daño severo a la retina, debido a que focalizar mucho la visión central en los dispositivos electrónicos favorece la visión tubular, que produce estrés, sequedad y fatiga visual.

 

Recientes investigaciones han demostrado que, en los últimos años, han aparecido enfermedades vinculadas a la sobreexposición de los ojos a la luz emitida por estos aparatos, así como un rápido avance de otras afecciones más tradicionales, también asociado a este abuso.

 

Para identificar si tu hijo tiene problemas visuales que podrían afectar su aprendizaje, es necesario prestar atención a su comportamiento y hacerle preguntas directas.

 

Algunas señales de alerta pueden ser:

 

  • Frotarse los ojos frecuentemente.
  • Quejarse de dolor en los ojos o sentirlos “sucios”.
  • Tendencia a acercar demasiado los objetos a los ojos.
  • Preferencia por alejar los objetos de los ojos para verlos mejor.
  • Dificultad para ver el pizarrón o un juguete.
  • Fruncimiento frecuente del ceño, “mirar bizco”, torcer la cabeza u otros gestos faciales.
  • Mirada vaga.
  • Orzuelos frecuentes; ojos irritados o con secreciones.
  • Tendencia a cubrirse los ojos para hacerse sombra.
  • Sensibilidad anormal a la luz o dificultad para adaptarse a la oscuridad.
  • Tendencia a usar solamente un ojo.
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