En el mundo hay diferentes condiciones neurológicas que están presentes en gran parte de la población a nivel internacional, siendo una de las más comentadas la neurodivergencia. Esta es una cualidad que no es comprendida por todos, pero tiene varias implicaciones en ámbitos de la vida personal y en las relaciones sociales de quienes viven con estas condiciones.
A grandes rasgos, la neurodivergencia se da cuando una persona vive bajo una condición neurológica atípica en la que los patrones de una persona se salen de lo que está normalmente establecido. Este concepto suele confundirse con lo que implica la neurodiversidad, aunque en los hechos tienen ciertas similitudes, son condiciones separadas con implicaciones diferentes.
Esto significa la neurodivergencia
La neurodivergencia, término que se atribuye a la socióloga Judy Singer, se refiere a la variabilidad neuronal y nerviosa con impactos en el funcionamiento del cerebro humano. Ello significa que una persona tiene patrones neuronales considerados “anormales” o “atípicos” en comparación con las personas neurotípicas, lo que las hace vivir de diferente manera al resto de las personas que los rodean.
Contrario a lo que se pueda pensar, una persona neurodivergente no tiene una discapacidad o enfermedad, sino que simplemente su cerebro procesa de diferente forma la información que recibe, aprenden y experimentan el mundo diferente y se comportan distinto a los demás. Por lo anterior, se dice que las neurodivergencias significan que no existe una forma “correcta” de pensar, sino que todas son válidas.
Entre los diferentes patrones neuronales que abarcan las neurodivergencias está el Trastorno del Espectro Autista (TEA), la dislexia, que es un trastorno del aprendizaje en el que se complica la lectura precisa y la comprensión lectora, así como la interpretación del sentido numérico. También está el Trastorno de Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH), que implica falta de atención e impulsividad.
Una neurodivergencia menos conocida es el trastorno del procesamiento sensorial, en la cual se modifica el procesamiento de la información que nos llega a través de los sentidos, como el olor, sonidos y la luz. También está el Síndrome de Tourette, una condición del sistema nervioso que se caracteriza por provocar tics motores y vocales, yendo de movimientos simples a grandes gesticulaciones involuntarias.
Las personas con una neurodivergencia se enfrentan a múltiples retos en su vida personal y en sus relaciones sociales, aunque también tienen cualidades que los hacen únicos ante quienes son neurológicamente típicos. Se dice que las personas neurodivergentes tienden a ser más creativas, imaginativas, con mejor memoria, pensamiento lógico y más productivas en las actividades que desempeñan.
No obstante, también se enfrentan a desafíos en su día a día, como dificultades para aprender en determinados contextos, ya que, por lo general, los modelos educativos no son adecuados para este tipo de personas. También suelen enfrentar impedimentos para adentrarse en el mundo laboral o para relacionarse con otras personas, esto por el desconocimiento que hay sobre su condición.
Se estima que del 15 al 20 % de la población mundial tiene una neurodivergencia, por lo que es necesario comprender en qué consisten estas condiciones para que todos tengan acceso a una calidad de vida inclusiva acorde a sus necesidades.
El concepto suele confundirse o usarse de manera errónea como un sinónimo de la neurodiversidad. Este término se utiliza para describir, clasificar, valorar y reconocer la variedad de formas en que puede funcionar un cerebro, pues, como se dijo anteriormente, no hay una forma “correcta” de funcionamiento cerebral y cada una es igual de válida, por lo que se enfatiza en el respeto a las neurodivergencias.
La diferencia entre los dos conceptos es que, mientras que la neurodiversidad contempla la diversidad de capacidades cognitivas, emocionales, y sensoriales, la neurodivergencia se refiere concretamente a las personas que viven con patrones neurológicos diametralmente opuestos a lo típico, tales como el TDAH, el TEA, la dislexia u otras que implican un funcionamiento cerebral distinto.