El 15 de julio, el Congreso de Puebla se sumó a los otros 13 que despenalizaron la interrupción del embarazo en México, algo que sigue causando indignación en algunos sectores sociales, especialmente en la iglesia. La Arquidiócesis Primada de México se pronunció y dijo que “la sociedad actual se ha vuelto egoísta en torno a la maternidad”, señalando que ahí es donde debería estar el debate en la ley.
La Arquidiócesis Primada criticó la decisión del poder Legislativo de Puebla, pues considera que hoy en día lo que se busca es evitar la maternidad propia o la de otras mujeres, bajo el argumento de que así serán completamente libres. Por ello, piden que las iniciativas de ley en México den opciones reales a las embarazadas en situación vulnerable, no sólo la “eliminación de sus hijos” como única salida.
No obstante, el hecho de convertirse en madre en nuestro país representa un reto en múltiples aspectos, desde lo físico y lo social, hasta lo laboral y lo económico, algo que no siempre se toma en cuenta. Es por esto que cada vez hay más mujeres que optan por no tener descendencia, toda vez que lo ven como algo complicado para su situación actual y futura.
Los retos de ser madre en México
En primer lugar, están todos los cambios físicos, ya que el embarazo conlleva una serie de cambios en el cuerpo y las hormonas, algo para lo que muchas personas pueden no estar listas. Las caderas se ensanchan, los senos crecen en volumen y la piel en la zona abdominal se estira, aunado a los cambios hormonales como los de estrógenos, progesterona y HCG, que es la que provoca las náuseas, y que afloran durante la gestación de un hijo.
También está la dolorosa labor de parto en la que el cuerpo humano atraviesa por situaciones como la expansión del cuello uterino y las contracciones del mismo, así como la ruptura de la fuente y la expansión de los huesos pélvicos, sin contar que el parto puede ir de un par de horas a más de ocho en algunos casos.
Derivado de los cambios hormonales vienen las alteraciones emocionales que pueden derivar en la famosa depresión postparto. Esta se origina por factores como los mencionados hormonales, o bien, por la presión que conlleva el cuidado de un recién nacido y las modificaciones en los hábitos diarios, como la rutina del sueño. Se manifiesta con estados de ánimo alterados o la pérdida de interés en el bebé.
A lo anterior se suman los desafíos en el ámbito social que lleva a las mujeres a buscar la “maternidad ideal”. De acuerdo con la facultad de sicología de la UNAM, el síntoma de “Burnout” se da cuando las mujeres con hijos se ven presionadas por cumplir con los estándares sociales que, en teoría, implica el rol de la maternidad idónea, como el cuidado de los menores o la estabilidad en pareja.
Esta se manifiesta con un agotamiento que no se va ni con lapsos de descanso, falta de energía para convivir con los hijos, distanciamiento emocional con la pareja y los niños, así como la ansiedad por no cubrir los estándares esperados. Poco a poco el papel de madre va consumiendo cada aspecto de la vida, al punto en que las madres se sienten saturadas por las exigencias a su alrededor.
Por otra parte, está la cuestión económica, ya que el tener un hijo es un impacto económico para el que muchas mujeres no siempre se sienten listas. De acuerdo con la organización “México, ¿cómo vamos?”, los ingresos entre hombres y mujeres todavía tienen una brecha, de un 34 %, pero cuando se tienen cuatro o más hijos, esta brecha se incrementa hasta el 56.6 % en contraste con quienes no tienen.
Esto se suma a la dificultad para compaginar la vida como madre con lo laboral, una tarea que se complica. La mayoría de las mujeres que se convierten en madres no sólo se enfrentan a su labor como cuidadoras, sino que se ven obligadas a tener en sus manos el mantenimiento de un hogar con todo lo que conlleva, más toda la encomienda de educar a los hijos y tener un trabajo para contar con ingresos.
Ello orilla a muchas mujeres a descartar algunas labores, siendo lo usual que pongan pausa a sus tareas laborales remuneradas o que terminen por abandonar completamente sus metas profesionales para centrarse de lleno en su rol de madre, truncando así sus carreras. En algunos casos pueden regresar a sus trabajos después de un tiempo, pero en otros se alejan de estos al 100 %.
Todo este cúmulo de complicaciones pueden llevar a otras mujeres a la decisión de no convertirse en madres, algo para lo que recurren a métodos anticonceptivos momentáneos o permanentes. No obstante, esas no son las únicas razones por las que hay mujeres que rehúsan a la maternidad.
Por ejemplo, hay quienes no lo hacen porque saben que la maternidad no sólo conlleva la labor de cuidados de un menor, sino que lleva a la obligación de cumplir con otros roles de género, como amas de casa, algo que muchas no quieren. De igual forma, es porque para muchas todo el proceso de embarazo, que no termina con el parto, puede hacer que interrumpan otros planes de su vida, como su formación profesional y académica.
Asimismo, otras mujeres no lo hacen porque esto conlleva un fuerte gasto para el que muchas, inclusive con una vida en pareja, no cuentan con el sustento para solventar a cabalidad las necesidades de un bebé. Finalmente, están quienes simple y llanamente no quieren cargar con la responsabilidad de criar a un ser humano y, en cambio, prefieren centrarse de lleno en sus metas personales.