Poco antes de que finalice la LXI Legislatura, el Congreso del Estado retomó la discusión en torno a diversas iniciativas, una de ellas la de la voluntad anticipada. Este concepto suele confundirse con la eutanasia o el suicidio asistido, aunque en realidad hace referencia al derecho de los enfermos terminales para decidir sobre sus tratamientos y tomar el control de sus últimos momentos de vida.
Las comisiones unidas de Gobernación y Salud del Congreso aprobaron el dictamen para avanzar con la Ley de Voluntad Anticipada, esto por una iniciativa que presentó la bancada del Partido del Trabajo (PT). Ahora, el próximo 15 de julio cuando se celebre la última sesión ordinaria de la Legislatura, los diputados podrían aprobar este proyecto para que los enfermos terminales tengan una muerte digna.
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Cuando se habla de voluntad anticipada, la mayoría de las personas suele pensar que es un sinónimo de la eutanasia o del suicidio asistido, que en los hechos son dos ideas opuestas. Mientras que la voluntad anticipada no busca acelerar o acortar la vida de alguien, la eutanasia sí tiene como punto central darle celeridad a la muerte de una persona, independientemente de otros si son o no sus últimos instantes de vida.
¿A qué se refiere la voluntad anticipada?
La voluntad anticipada se define como el conjunto de preferencias que una persona tiene en torno al futuro de su salud, su cuerpo y, en general, de su vida cuando padece una enfermedad en etapa terminal y no desea alargar su agonía. Esto significa que una persona puede decidir no someterse a ningún tratamiento o procedimiento médico para aumentar sus esperanzas de vida, siempre manteniendo su dignidad.
Esta decisión no tiene como objetivo acortar y mucho menos disminuir las expectativas de vida, sino que se basa en respetar el derecho a la muerte natural. En este sentido, los pacientes en etapa terminal pueden recibir cuidados paliativos y acompañamiento familiar sin la necesidad de estar en un hospital o conectados a algún aparato médico que prolongue sus últimos instantes de vida.
Conexión a respiradores artificiales, tratamientos médicos intensivos, dolorosos y costosos como la quimioterapia, o cualquier otro que extienda la vida de manera artificial, podrán ser suspendidos de manera voluntaria, por lo que ni la familia ni los propios doctores podrán oponerse ni forzar al paciente a lo contrario.
Con la voluntad anticipada no sólo se toman en cuenta las preferencias de las personas, sino que también se respetan sus valores y su entorno cultural, así como sus creencias religiosas. También se fomenta que los propios familiares y el personal de salud respeten las decisiones de la persona a lo largo de una etapa crítica y vulnerable y que con seguridad podría ser la última de su enfermedad.
Al elegir la voluntad anticipada, el paciente tiene que designar a una persona que funja como representante y se encargue de vigilar que se cumpla lo estipulado en su deseo. Esta se otorgará si se diagnostica una enfermedad crónico degenerativa en etapa avanzada o terminal, cuyo tratamiento no la cure ni permita el desarrollo de una vida digna hasta el momento de la muerte.
En México, la primera entidad en avalar está figura dentro de su sistema de salud fue la Ciudad de México, donde se puede dar a cualquier persona que lo solicite.
Este concepto es diferente de la eutanasia por un principio fundamental, que es el respeto de la vida hasta la muerte natural. Cómo se dijo antes, la voluntad anticipada permite que un enfermo tenga los cuidados paliativos necesarios, es decir, aquellos que ayudan a sentirse mejor y a tener bienestar hasta el momento que el corazón deja de latir.
Por el contrario, la eutanasia es una intervención a solicitud de un enfermo en fase terminal sin expectativas de sobrevivir, con la cual se termina completamente con la vida. El único rasgo que comparten es que también se busca evitar el dolor y la agonía que supone una afección avanzada que produce fuertes malestares en la última etapa, por ejemplo, el cáncer.
En tanto, en el suicidio asistido es la propia persona enferma la que decide acabar con su vida y, para ello, requiere del auxilio de un profesional de la salud. Este consiste en algo tan elemental como proporcionar las sustancias necesarias que lleven a la muerte, o bien, administrarlas directamente en los casos donde no sea físicamente posible.