El 28 de junio se conmemora el día del orgullo de la diversidad sexual y de género (LGBTI+) con el fin de reivindicar los derechos sociales, pero también políticos y económicos de una comunidad que ha sido históricamente reprimida, estigmatizada, y perseguida. ¿De qué se trata todo esto? Aquí lo explicamos.
Un día como hoy, pero de 1969 una redada policial en el barrio de Stonewall en Nueva York dejó varios muertos, heridos y detenidos. Eran personas acusadas de degeneración, perversión, faltas a la moral y al orden público. Se trató de una violenta represión contra la comunidad sexo y género diversa. Las luchas se intensificaron y junto con el mayo francés y los movimientos feministas, el movimiento LGBTI+ (lésbico, gay, bisexual, transgénero, transexual, intersexual y otras diversidades más) son iconos de rebeldía en el marco de la posmodernidad que marcó la insatisfacción tanto de los bandos capitalistas y socialistas en plena guerra fría.
Aunque posteriormente fue la izquierda y los movimientos socialistas los primeros en reivindicar la lucha LGBTI+, los comienzos estuvieron llenos de errores por el prohibicionismo contra la homosexualidad que llegó a ser considerada en Occidente como una enfermedad. Como siempre destacamos en esta columna, también el origen del problema tiene su base económica.
En la Grecia de Aristóteles las relaciones entre hombres no eran mal vistas, de hecho, eran tan misóginos que la finalidad de las relaciones con mujeres era puramente reproductiva. Bajo el imperio romano se retomaron las prácticas griegas; la homosexualidad no era problema siempre que se tuvieran hijos para reproducir los ejércitos. Sin embargo, tomó un cariz clasista, ya que la fortuna de un hombre le permitía libertades sexuales que los pobres no podían tenían. En el cristianismo antiguo se aceptó y todavía se discute si algunos santos como San Valentín fueron homosexuales.
Con el triunfo del imperio Romano de Occidente sobre Oriente se impuso una religión bastante conservadora con el fin de que fuera un mecanismo de control social y económico. Por ejemplo, se prohíben las celebraciones paganas para disciplinar a los ciudadanos y evitar el desorden; lo mismo pasa con los homosexuales que suelen ser libertinos y rebeldes, ociosos y voluntariosos porque no tienen una familia y por tanto no asumen responsabilidades laborales y económicas. Prohibir la homosexualidad era imponer un modelo de familia que fuera productiva para el esclavismo y después para el capitalismo.
En Mesoamérica, las evidencias históricas no son conclusivas sobre el tratamiento de la homosexualidad, sin embargo, la cosmovisión indígena de -muchas civilizaciones- reconocían diversidad de géneros. Muchos de estos conocimientos se perdieron durante la conquista y se terminó imponiendo el modelo judío-cristiano.
Fue la Ciudad de México, gobernada por la izquierda, la primera entidad en reconocer “Sociedades de convivencia” y posteriormente el matrimonio entre personas del mismo sexo, la adopción homoparental y el reconocimiento legal de parejas diversas que significó el cambio de leyes secundarias como la del IMSS, el INFONAVIT, el ISSSTE. También se han impulsado los lenguajes inclusivos que cambian el paradigma hasta de nombrar un hijo, las actas de nacimiento ahora dicen “apellidos” sin distinguir entre el paterno y el materno, así, incluso las parejas heterosexuales eligen que apellido colocar primero.
El camino ha sido muy largo y ha estado lleno de violencia, odio y sangre; muchos activistas, que ahora son reconocidos como luchadores sociales, perdieron la vida. Mientras que los discursos homofóbicos han subido de tono por parte de los partidos conservadores, la rueda de la historia sigue siendo empujada por los progresistas. Tenemos a las primeras “diputrans” y une “magistrade” que asesinaron impunemente, como los 80 casos que se reportan anualmente como crímenes de odio, de ellos el 50% es contra mujeres trans.
Cambiar las prácticas culturales es un proceso histórico bastante tardado, pero es necesario que sea construido por todos a partir de una base científica. Actualmente, como se aprecia en la gráfica, 9 de cada 10 personas LGBTI+ sufren al menos un problema emocional; el estrés fue el número uno, mayormente proveniente de burlas, discriminación o muestras de violencia de otras personas. Casi el 60% sufre depresión y un tercio de esa población ha tenido ideas o intentos suicidas.
Elaborado con datos de ENDISEG (INEGI, 2021)
Como vemos la lucha por la humanidad y por el bienestar de nuestros semejantes no se limita sólo a una cuestión de clase social o de los trabajadores, es un espectro muy amplio, donde caben todas las injusticias y todos los dolores. Que nada humano nos sea ajeno para que construyamos otro mundo posible, uno donde quepan todos los mundos. ¡Viva la diversidad sexual y de género!
*Profesor-Investigador Universidad Autónoma del Estado de Quintana Roo
Miembro del Sistema Nacional de Investigadores
Twitter: @BandalaCarlos