En una era donde la desinformación y el discurso de odio han intoxicado a nuestras sociedades, en lo digital y en lo presencial, con alarmante velocidad, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) ha presentado los Principios Globales de Integridad Informativa como un intento de contrarrestar las crecientes amenazas a la verdad y a la cohesión social como respuesta directa a todos los malos usos e impactos que han tenido fenómenos como noticias falsas y la manipulación de datos para crear narrativas artificiales.
Aunque se crea lo contrario la desinformación no es un fenómeno nuevo, a lo largo de la historia, los rumores y las mentiras han sido armas poderosas en manos de aquellos que buscan manipular la opinión pública y perpetuar su poder, sin embargo, lo que estamos presenciando hoy en día es una escalada sin precedentes en la capacidad de difusión de falsedades, facilitada por algoritmos que priorizan las interacciones en línea, es decir los likes y las compartidas, sobre la veracidad. Estos algoritmos, buscando el engagement no sólo refuerzan prejuicios y dividen a las sociedades, sino que también comprometen la integridad de procesos democráticos fundamentales como las elecciones, exacerbando así posturas radicales en línea que ya están teniendo impactos en el mundo real.
La ONU ha identificado cinco principios clave para restaurar la salud informativa en nuestras sociedades: medios de comunicación independientes, libres y plurales; transparencia e investigación; incentivos para aquellos que actúan de acuerdo con estos principios; empoderamiento público; y la creación de confianza y resiliencia entre todos los actores del proceso informativo. Dichos principios buscan principalmente un efecto de dos bandas: primero, combatir la desinformación garantizando que la información que fluye en nuestros entornos sea lo más cercana a la realidad, generando así, en un segundo momento, la promoción de entornos en donde los derechos humanos, incluida la libertad de expresión, sean respetados y protegidos.
La importancia de medios de comunicación independientes y plurales no puede ser subestimada, ya que son la columna vertebral de una democracia saludable, proporcionando a los ciudadanos la información necesaria para tomar decisiones informadas. Si a lo anterior sumamos la transparencia y la investigación promoveremos entornos en donde el periodismo de calidad y la rendición de cuentas sean una realidad
El empoderamiento del público es otro aspecto vital, provocando que las y los ciudadanos sean capaces de discernir entre la información verdadera y la falsa, por ello, como medios de comunicación y comunicadores es fundamental que promovamos el acceso a herramientas que les permitan verificar la veracidad de las noticias. Esto requiere una educación mediática robusta y accesible para todos.
La confianza en los medios y en las instituciones ha sido erosionada por años de desinformación y manipulación, reconstruir esta confianza será un proceso largo y arduo, pero es esencial para el funcionamiento de una sociedad democrática.
Las plataformas digitales, impulsadas por la inteligencia artificial, han exacerbado estos problemas al crear burbujas informativas que refuerzan los prejuicios y la polarización, además los algoritmos, diseñados para maximizar el tiempo de permanencia de los usuarios, empujan a las personas hacia contenidos cada vez más extremos y divisivos. Este fenómeno no sólo afecta a la política, sino que también tiene repercusiones en la salud pública y la acción climática, al promover narrativas falsas que pueden socavar los esfuerzos globales en estos campos.
Es fundamental que las empresas tecnológicas prefieran la seguridad y la privacidad de los usuarios, y que apliquen políticas coherentes que apoyen la integridad de la información. Los modelos de negocio basados en la publicidad algorítmica que priorizan el engagement sobre los derechos humanos deben ser reevaluados. Los anunciantes también tienen un papel crucial que desempeñar al exigir transparencia en los procesos de publicidad digital para evitar financiar inadvertidamente la desinformación.
En última instancia, la lucha contra la desinformación y el discurso de odio es una tarea colectiva que requiere la cooperación de gobiernos, empresas de tecnología, medios de comunicación, y la sociedad civil, en este contexto es relevante que todos asumamos la responsabilidad de promover un entorno informativo saludable que respete los derechos humanos y fomente una ciudadanía informada y empoderada.
Los Principios Globales de Integridad Informativa de la ONU son un paso importante en esta dirección, pero su implementación efectiva requerirá un compromiso sostenido y acciones concretas por parte de todos los involucrados. Sólo entonces podremos aspirar a una sociedad donde la verdad prevalezca sobre la mentira y la cohesión social sobre la división.
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