La “fiesta de la democracia”: ¿nos tenemos que acostumbrar a la violencia electoral?

La “fiesta de la democracia”: ¿nos tenemos que acostumbrar a la violencia electoral?

Un proceso que parecía eterno, finalmente llega a su fin después de años. Este domingo 2 de junio finalmente los mexicanos tienen el deber de acudir a las urnas para dar vida a la “fiesta de la democracia”. Lejos de ser como los románticos quieren pintarlo, una fiesta, en esta parte del mundo nos hemos acostumbrado a que una elección sea un sinónimo de sangre.

 

En el proceso electoral 2017-2018, el estudio titulado “Candidatos asesinados en México, ¿competencia electoral o violencia criminal” detalló que un total de 48 candidatos y precandidatos a cargos de elección popular fueron asesinados. Esto, lejos de ser un llamado de atención para el país, parece que se tomó como un reto a emular.

 

Las cifras van y se discuten, pero de momento se estima que hay aproximadamente 34 suspirantes muertos en el presente proceso electoral, marcando una tendencia en el país de la que, al parecer, ya no sabemos cómo regresar. Eso sí, poco se habla de las vidas que se perdieron, porque no eran sólo candidatos, eran padres, hermanos, hijos y esposos.

 

Esto es sólo un síntoma más de cómo nos hemos acostumbrado y, peor aún, nos hemos desensibilizado ante la violencia. Sólo para ponerlo en contexto, en 1994 se vio el que se pensaba era el pináculo de la violencia electoral en el país, el magnicidio del priista Luis Donaldo Colosio Murrieta.

 

La muerte de Colosio quedó en el imaginario colectivo como una auténtica tragedia en la política nacional. Hoy, viéndolo como algo cotidiano, muy pocos recordarán a los aspirantes a los que les arrebataron la vida en los últimos meses.

 

En tanto, las autoridades se empeñan en minimizar estos actos, pretendiendo que la gente les crea cuando dicen que veremos “una jornada en paz” u “otra elección más” o en algunos casos, queriendo maquillar las cifras. La realidad es que no, lo cierto es que los mexicanos nos volvimos testigos de cómo la disputa por el poder se tornó en una verdadera guerra por el poder.

 

Este padecimiento que molesta a México desde hace décadas, hoy se volvió determinante para la democracia del país. Las manos del crimen organizado entraron de lleno a la disputa por el poder, quitando candidatos a placer y poniendo a los suyos sin mayor impedimento, con el cobijo y la complicidad de los partidos políticos, de todos los colores.

 

Ante este escenario, ¿qué podemos esperar de futuros procesos? ¿contaremos una vez más las decenas de políticos asesinados? ¿Los mexicanos nos tendremos que acostumbrar a la violencia electoral? ¿Las autoridades frenarán los asesinatos y agresiones en el próximo proceso electoral?

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