La Feria de Puebla se empañó la semana pasada con el caso de un hombre al que captaron grabando mujeres debajo de la falda, usando una cámara oculta en sus zapatos. Rápidamente el sujeto, profesor de la BUAP, fue remitido a las autoridades en la feria y el video de su acto se viralizó en redes sociales causando indignación y pidiendo un castigo, aunque para ello es necesaria la denuncia de la víctima.
La joven de nombre Melissa publicó un video en redes sociales en el que agradeció el apoyo de la gente, pero al mismo tiempo expuso el martirio por el que atraviesa en su intento por denunciar formalmente al acosador. Trámites, dar declaraciones, lidiar con las autoridades y el ministerio público, son parte de los requerimientos que la agobian y, con su experiencia, dijo entender por qué muchas mujeres desisten de denunciar a sus agresores en casos similares.
Sin embargo, dijo que no quiere que este caso quede impune, ya que el día de mañana podría haber más víctimas de su agresor, aunque hizo hincapié en que todo el trámite es cansado para ella. Asimismo, dijo que su caso está teniendo atención ya que se hizo viral y hubo presión mediática, pero hay muchos más que quedan en “un carpetazo más”.
Y es que en este, como otros casos, las víctimas, no conforme con el trauma de las agresiones que recibieron, también se enfrentan a ambientes hostiles en los que se les revictimiza, o bien, personal que no está capacitado para atender este tipo de situaciones. Esto es algo con lo que tienen que batallar las personas cuando tratan de denunciar formalmente y por lo que, paradójicamente, terminan desistiendo.
¿Cómo es levantar una denuncia?
En casos como el de Melissa o similares de agresiones sexuales y acoso, lo primero que se debe hacer es acudir a la Unidad de Investigación Especializada en Delitos Sexuales y Ciberacoso. Ahí se debe llevar una identificación o acta de nacimiento en caso de que la víctima sea una menor de edad, para luego esperar a ser canalizados con un agente del ministerio público (MP).
Ya con el agente del MP, este explicará los derechos a las víctimas y les hará la entrevista correspondiente para que describan, con todos los datos y detalles posibles, cómo ocurrieron los hechos. Lo que se recabe es confidencial y no debe difundirse. La víctima podrá leerla antes de que la integren al expediente, a fin de que se hagan las correcciones necesarias o se confirme lo leído.
Posteriormente, el agente del MP direccionará a la víctima con el perito pertinente, ya sea sicológico o médico, para continuar con el proceso de investigación y dar el tratamiento que amerite. Finalmente, se creará el expediente y la carpeta de investigación (CDI) que deberá entregarse a la víctima para que esta pueda darle seguimiento en todo momento.
En todo momento las víctimas podrán tener a su lado a un asesor legal que los acompañará durante todo el proceso, aunque en caso de no poder pagarlo, el estado proporcionará la asesoría legal gratuitamente.
Aunque esto pueda sonar como un proceso ordinario y relativamente rápido, es común que en medio se den escenarios que juegan en contra de las víctimas que denuncian. Por ejemplo, en algunos casos los agentes del MP se muestran renuentes a dar apoyo con los denunciantes y en ocasiones las revictimizan, en especial si se trata de mujeres.
Los elementos de seguridad encargados de recibir las denuncias de las víctimas no siempre están preparados, no tienen sensibilidad ni protocolos para atender con perspectiva de género ni victimal. A lo anterior se suma que los ministerios públicos no siempre tienen el personal suficiente para atender a las víctimas que reciben y se ven obligadas a hacerlas esperar por horas hasta darles atención.
Luego está el hecho de revivir el delito cuando se llevan a cabo las entrevistas, ya que la víctima debe narrar una y otra vez cómo sucedieron con lujo de detalle, lo que para muchos resulta traumático por tener que revivir en la mente el delito. Algo común es que esto suceda en escenarios sin privacidad, donde hay otras personas que abonan a un ambiente de hostilidad más que de acompañamiento.
Finalmente, están los reiterativos casos de revictimización, donde en lugar de darle la asesoría necesaria a la víctima de algún delito, se le hace responsable de lo ocurrido. En el caso de las mujeres, lo usual es que se hagan señalamientos sobre la forma en que vestía cuando sucedió el delito, cuestionamientos sobre si iba sola o acompañada y si realmente no hubo actos de provocación previos.
Esto no sucede solamente con los delitos de tipo sexual, ya que en otros, como los de robo de auto, los denunciantes se enfrentan a la corrupción de los agentes que sí encuentran las unidades, pero a cambio piden dinero para dar más detalles sobre cómo recuperarlo, o bien, directamente están coludidos con los grupos que se dedican a ese tipo de hurto.
Así, el acto de denunciar se vuelve tortuoso e incómodo para las víctimas de delitos, quienes ante los malos tratos o negligencia de las autoridades, desisten de dar seguimiento al caso, lo que suma a que haya más impunidad en hechos delictivos.