Ya deberíamos estar acostumbrados a no creerle. Andrés Manuel López Obrador miente tanto que sus palabras ya carecen de cualquier valor.
¿Por qué creer que, como dijo apenas el último viernes en una más de sus matinés, que una cosa es que se jubile y se retire de la política, como ha afirmado en reiteradas ocasiones, y otra es que desaparezca o que opte por vivir en otro lugar que no sea México?
Seguro estoy de que su “retiro” será una más de sus falacias. Como los slogans, repetidos hasta la saciedad –“honestidad valiente”, “no robar, no mentir, no traicionar”-- que han comprobado que sólo sirvieron para distracción electoral en el verano del 2018. Cuando la población supo que había caído en el garlito, recapacitó y propinó en las elecciones locales del siguiente año la derrota contundente en los comicios de varios estados del centro y norte del país.
Ni qué decir de los resultados de los comicios federales del 2021, donde el Movimiento de AMLO menguó al perder más de la mitad de su bastión, la CDMX, y no pudo alcanzar la mayoría calificada en el Palacio de San Lázaro.
Y esto fue posible porque todos se dieron cuenta de que el asunto del avión presidencial, la prometida recuperación del IVA e ISR devuelta injustamente a un grupo favorito de empresarios –equivalente a casi un billón de pesos para financiar los programas sociales–, la consulta popular ofrecida para llevar a juicio a los grandes delincuentes del país resultó un sueño de primavera. Una quimera.
No obstante, las grandes decepciones siguieron acumulándose: los programas sociales resultaron un botín para los privilegiados del sistema, fue un monstruo fabuloso el crecimiento prometido del 6% anual del producto interno bruto, se fugaron los grandes capitales, asustados por el bocazas de las llamadas “mañaneras”, y todo lo que ya sabemos.
La fastuosa lucha contra la corrupción sólo sirvió para ganar tiempo y renovar las élites en el poder –los propios hijos y sobrinos de AMLO--, la defensa de los derechos de los migrantes fue el disfraz para reprimirlos, mientras se cumplían las órdenes del patrón en la búsqueda de reelección en Estados Unidos y aquí.
La cruzada contra el hambre fue el parapeto para instalarla en todo su horror entre nosotros. La promesa de poner en su lugar a Trump y a todos los enemigos del desarrollo popular fue sólo la quimera para establecer un chairopopulismo y un experimento bolivariano de los que muy pocos saben su verdadero objetivo. Simplemente porque nadie sabe hasta dónde quieren llegar.
Cuatroteros, narcisistas de la peor ralea
La 4T se convirtió rápidamente en la Cuarta Decepción. La quimera, con mayor fiereza que los monstruos de las mitologías griegas y chinas está campante entre nosotros y la única forma de derrotarla no es ni con la lanza de Belerofonte, ni con la ayuda de Pegaso, su caballo alado. Proteger las tumbas como animales propicios para dispersar los malos espíritus no es ya la solución.
Las ideas positivas para enderezar el rumbo de este populismo de derecha son realmente inexistentes. Se han destruido los sistemas de salud, seguridad, alimentación, vivienda, educación y los de convivencia pacífica en libertad. Hasta los expedientes de las verdades históricas han sido obsequiados por el peñanietismo.
La Estafa Maestra, Ayotzinapa y Odebrecht han sido legados por el atacado neoliberalismo de Enrique Peña Nieto. Y se han superado con el enorme fraude a Segalmex y todas las obras de infraestructura –las obras faraónicas-- encargadas a la Secretaría de la Defensa Nacional donde, para nuestro horror, también ha habido enorme corrupción.
A falta de conocimientos de gobierno y de valor para ejercer el poder, todo ha quedado inundado por un cataclismo social que no tiene referente en la historia moderna del país.
Los cuatroteros no resultaron líderes carismáticos, ni personalidades salvíficas, magnéticas, sino narcisistas de la peor ralea. El teatro se cayó desde que se concretó a ojos públicos el pacto de inmunidad celebrado desde tiempos de campaña con los carteles más sanguinarios del narcotráfico militante, del militarismo apapachado, de la sociedad exclusiva y feroz. El huachicoleo con mayor enjundia en los incendios de Tlahuelilpan… y en las fronteras norteñas del país.
Si el tren se descarrila, “¡pues ya ni pedo!”
Para el colmo de los colmos, las autoridades financieras de la Cuarta Decepción salieron a proclamar, desdiciendo las bases de lo prometido en templetes electorales, que la única solución para conseguir dinero es aumentar los impuestos y pedir prestado al exterior. Las dos se cumplieron, aunque nadie tiene para pagar más y el crédito externo está carísimo… todo para perseguir programas inviables y escandalosos, pero siempre electoreros.
Narcisistas y aprovechados del hambre, la enfermedad y el dolor popular, aparecen en escena siempre bajo el cobijo de José Ramón, Andrés Manuel (a) Andy, y Gonzalo (a) Bobby López Beltrán. Son los ejes en torno a quienes sus amigos hacen fabulosos negocios, vendiendo medicamentos a precios exorbitantes, balasto sin la calidad requerida por el tendido de vías para el Tren Maya que, al cabo si se descarrila “pues ya ni pedo”…
Estamos en manos de mercachifles sin un ápice de compasión. Han venido para llevarse absolutamente lo poco que queda. Quieren el triunfo en todos los más de 20 mil cargos públicos que se votarán dentro de cinco semanas para poder llevar a cabo su Plan C: una nueva Constitución en la que la propiedad privada quede limitada o de plano abolida, la destrucción del Poder Judicial y de todos los contrapesos que hasta hoy habían evitado que el titular del Poder Ejecutivo Federal se convirtiera en dictador.
Y por eso no se dedican a otra cosa en Palacio. De gobernar, ni chiste. Tiene seis años que están planeando cómo alargar a perpetuidad la vida política del “caudillo”, aunque él lo niegue, aunque diga se retirará a “La Chingada”. Encontraron la solución en un títere como aparenta ser –esperamos que de verdad no lo sea-- Claudia Sheinbaum. Y sí, están maquinando la manera de hacernos sufrir a todos por un tiempo impredecible.
Sólo el tsunami, la eclosión del voto popular y masivo logrará contenerlos. Aunque de este lado no haya las miles de maletas de dinero para llevar a la gente a votar.
Objetivo que quién sabe si puedan lograr, pues ya se vio que, en eso de las estrategias, la gente y los programas son muy cercanos al cero.
La esperanza, antes que la quimera de los mamarrachos.
Del lado de la 4T lo que no hay es amor a la patria.
Indicios
Si el caudillo de verdad ya no piensa reelegirse, ¿qué caso tiene presentarlo a diario en sus ya tediosas matinés? Estar en los medios parece más bien una obsesión paranoica que sólo revolotea en su mente, aterida por el cúmulo de problemas sin resolver. Otra forma de perder el valioso tiempo reducido a un espacio sexenal. Repite siempre los delitos cometidos por sus tristes y oscuros antecesores en la silla presidencial. Pero los delitos de él contra la economía popular, la salud pública, la seguridad y la destrucción del país están pasando a un segundo plano, donde nadie es capaz de preguntarle qué pasa en esos rubros. Mientras perora, el panorama nacional se inunda de las peores noticias posibles. Los aumentos de precios en cascada de los comestibles populares, el deterioro ya casi irreversible del sistema de salud, la pésima situación de los indicadores económicos, las masacres recurrentes en el campo y en las ciudades pueblan el panorama que se tiñe de sangre inocente. El abandono radical del presupuesto en favor de los pobres pasa lista de presente en un país que se ahoga en la improvisación, las ocurrencias y los errores de los designados. La frontera límite de la barbarie se acerca peligrosamente a lo que pudiera calificarse como delitos de lesa humanidad. * * * Y por hoy es todo. Espero haya visto el debate presidencial y me lo comente. Como siempre, además, le deseo ¡buenas gracias y muchos, muchos días!
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