Parte de las campañas electorales iniciaron y con ellas el fanatismo político se hace más evidente; mostrar devoción extrema y ciega, lealtad inquebrantable y una disposición a pasar por alto críticas o rechazar perspectivas distintas a las suyas son características de un fanático político.
Cada uno defiende sus opiniones y cuanto más convencido de ellas está con mayor pasión. Y cuanto más apoyo recibe más se autoafirma. Y a veces si recibe una oposición frontal más, se radicaliza.
Un fanático no puede ser convencido, pues no atiende a razones, ni siquiera la tolerancia y la transigencia son efectivas. El fanático solo se diluye cuando cesa su oposición, por propio convencimiento o aburrimiento.
Esas actitudes extremas en tiempos electorales pueden llegar a la hostilidad, incluso hasta con propios familiares, solo por tener una opinión contraria sobre un político o un partido.
El fanatismo político es un fenómeno peligroso que puede generar divisiones, conflictos y un deterioro en la calidad del debate democrático, impide el diálogo constructivo y la búsqueda de consensos, ya que quienes lo padecen tienden a cerrarse a ideas y opiniones diferentes a las suyas. Esto limita la diversidad de perspectivas y obstaculiza la posibilidad de encontrar soluciones efectivas a los problemas sociales, políticos y económicos.
El fanatismo puede estar motivado por una combinación de factores que incluyen creencias personales, identidad social, necesidades sicológicas y experiencias de vida e influye en tener una democracia insana y una menor empatía e incluso a deshumanizar a aquellos que se perciben como enemigos políticos.
Esta acción fomenta la polarización y el enfrentamiento entre grupos y personas con diferentes ideologías, lo cual es un logro para el político idealizado. Fabricar a un fanático es conseguir un pensamiento uniforme que se conoce como pensamiento doctrinario.
Esto puede dar lugar a tensiones sociales, discriminación e incluso violencia. La falta de tolerancia y respeto hacia quienes piensan distinto contribuyen a la creación de sociedades divididas y fragmentadas.
Otro aspecto negativo del fanatismo político es la pérdida de capacidad crítica y objetividad. Las personas fanáticas tienden a defender ciegamente a sus líderes o partidos políticos, sin cuestionar sus acciones o políticas. Esto compromete la capacidad de evaluar de manera imparcial y racional las decisiones y acciones de los líderes políticos.
Voltaire decía que “cuando el fanatismo ha gangrenado el cerebro, la enfermedad es incurable” porque es corrosivo, enemigo de la libertad, del progreso del conocimiento y el responsable por asesinatos, genocidios, masacres, guerras, persecuciones, injusticias y violencias de todo tipo.
La diversidad de opiniones y la libertad de expresión son el aire que mantiene viva a una democracia, el fanatismo puede limitar estas libertades y hacer que la democracia sea menos efectiva. Los fanáticos pueden ser más propensos a apoyar líderes autoritarios que limitan la libertad y la democracia en nombre de sus propias creencias o ideologías, sin importar si arrollan los derechos de los simpatizantes.
El fanatismo político puede impactar en la democracia a través de la polarización política. Cuando los fanáticos tienen creencias absolutas e inamovibles, pueden tener dificultades para encontrar puntos en común con aquellos que piensan de manera diferente. Esto puede llevar a la división y a la polarización en la sociedad, lo que puede hacer que sea más difícil llegar a acuerdos y compromisos políticos.