El incremento de los divorcios en México no es sinónimo de que las personas ahora son incapaces de sostener una relación amorosa. Al contrario, podría indicar que, en la actualidad, los mexicanos optan por otros tipos de unión, más allá de la forma pareja, explicó a Sputnik el antropólogo social Carlos Hernández Dávila.
En los últimos 12 años, los divorcios en el país latinoamericano pasaron de 15,1 a 31,9 por cada 100 matrimonios, reportó el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi).
Con motivo de la celebración del 14 de febrero, te compartimos indicadores sobre la situación conyugal de la población de 15 años o más, así como aspectos de bienestar y la forma como se relacionan las parejas en la población de 18 años o más.
— INEGI INFORMA (@INEGI_INFORMA) February 13, 2024
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Tan solo durante el 2022, de los 507.052 matrimonios registrados en las estadísticas de nupcialidad, 166.766 terminaron en divorcio, señaló la institución en un comunicado.
La edad promedio de los hombres y mujeres al contraer matrimonio fue de 34,1 y 31,2 años, respectivamente. Mientras que la edad promedio de la ruptura en el caso de ellos fue de 38,3 años y para ellas de 36,6.
Respecto a la duración promedio del matrimonio de las parejas que se separaron, la agencia estatal indicó que fue de 17,4 años.
Sputnik conversó con el etnólogo y doctor en antropología social Carlos Arturo Hernández Dávila, jefe de la división de estudios de licenciatura de la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), para indagar en las causas de este fenómeno social y demográfico.
Hay más de dos alternativas
Para el académico, que imparte las materias de antropología y etnología en la ENAH y en la Universidad Iberoamericana, las cifras del INEGI parecen indicar que las personas se están relacionando de formas distintas a las convencionales.
"A mí me parece que, si bien la unión matrimonial sancionada por un registro civil y amparada por las leyes mexicanas parece ser que se sostiene en algunos números, parece que lo que está sucediendo es que, más bien, hay nuevas formas de uniones", observó el antropólogo social.
No obstante, consideró que es poco probable que la dependencia federal cuente con estadísticas sobre otros modelos relacionales porque "pareciera ser que solamente hay dos alternativas: o te casas o te divorcias".
Para el estudioso de los seres humanos, en cambio, la disolución del matrimonio es solo una posibilidad en la vida amorosa de las personas. Sin embargo, puede ser que tras la ruptura la gente tenga una nueva relación u otro tipo de vínculo, quizá matrimonial, pero no necesariamente.
"La gente se casa, muy bien. La gente se divorcia, sí. Pero la gente no necesariamente se queda sola. Es posible que el divorcio sea el fin de una relación y el comienzo de otra u otras", señaló Hernández Dávila.
La familia tradicional se ha transformado
Para referirse a los modelos relacionales que no consigna el Inegi, el profesor recordó que, en 1965, el historiador y antropólogo estadounidense Oscar Lewis publicó un libro que, aseguró, le costó ser expulsado de México: Los hijos de Sánchez, una investigación que a partir de una familia de Tepito, barrio bravo ubicado en el corazón de la Ciudad de México, ofrece una visión de la vida en una urbe que sortea profundos cambios económicos y sociales.
"Cuando uno lo lee con mucha calma, uno descubre que modelos de relaciones abiertas, infidelidades, poliamorosas, etcétera, no son algo nuevo en el mundo contemporáneo (…) Tal vez lo que ahora nos asusta es que ya son visibles, son públicas, ya se habla de ellas", dijo el académico.
En ese sentido, Hernández Dávila señaló que lo que las cifras están indicando es que el modelo tradicional de familia —integrado por abuelos, suegros, mamá, papá, hijos y una mascota, es decir, "la familia, entre grandes comillas, natural"—, actualmente, es funcional solo para algunos sectores de la sociedad.
Sin embargo, ahora son más comunes otros modelos, como las relaciones abiertas, lo que ahora se conoce como no monogamias, el poliamor, la anarquía relacional, entre otros.
El divorcio puede ser la resurrección del amor
Con todo, el académico sostuvo que estos modelos relacionales, que van más allá de la forma pareja, producen una crisis o un cambio de paradigma, lo que no necesariamente es malo para la sociedad.
"Me parece que el divorcio, tal como lo está presentando el INEGI, pareciera ser una especie de anuncio catastrófico del fin del modelo matrimonial, pero no necesariamente. Al contrario, para mucha gente, el divorcio puede ser la resurrección del amor y no solamente del amor por otra pareja (…) También es la resurrección del amor propio", analizó Dávila.
Es decir, a diferencia del pasado, cuando estar divorciada significaba el fracaso y la muerte social, hoy la separación se ha convertido en una herramienta política para muchas mujeres que han desestigmatizado el divorcio y, de esa manera, han salido de relaciones violentas o nocivas.
"Las generaciones, como la mía, de 50 años y más, creían que el matrimonio era una forma de liberarte de tus padres para iniciar una vida en pareja con más libertad. Al día de hoy, mis alumnos universitarios ven al matrimonio como un cercenamiento de la libertad. Y esto en menos de dos generaciones", sopesó Hernández.
Nuevas formas de relacionarse, nuevas formas jurídicas
Ahora bien, este cambio de paradigma, ponderó el antropólogo, implica la necesidad de repensar los espacios, la educación y hasta de formular nuevas formas jurídicas, para que estas relaciones estén amparadas por el Estado.
Por ejemplo, en julio de 2022, tras conseguir un amparo, tres personas se casaron en el estado de Puebla, en un evento que los medios calificaron como la primera boda poliamorosa. Sin embargo, este tipo de unión no está reconocida por la ley.
Los argumentos del juez que concedió el amparo apuntaron que es discriminatorio no poderse casar o vivir con más de una persona en concubinato, toda vez que vulnera las preferencias sexuales de quienes desean vivir de esa manera.
"El quejoso sustancialmente aduce que los artículos 294 y 297 del Código Civil (…) vulneran los derechos fundamentales de igualdad y no discriminación, pues establecen que el matrimonio y el concubinato solo pueden celebrarse entre dos personas, excluyendo a las demás preferencias sexuales, como es el caso de las relaciones compuestas por más de dos personas de forma simultánea, conocidas comúnmente como relaciones poliamorosas", se lee en la sentencia.
Si bien el poliamor no es una preferencia sexual sino una forma de relacionarse que se puede dar entre personas heterosexuales, homosexuales, bisexuales, y otros, en ese entonces, diversos expertos consideraron que la sentencia fue relevante porque puso sobre la mesa la pregunta sobre cuáles son las relaciones que el Estado decide legitimar y cuáles no.
"A mí me parece que es urgente una reconfiguración institucional que no parece sencilla, [pues] con estos esquemas políticos que nos gobiernan hoy, no se diga en América Latina, del Río Bravo hacia el norte, donde hay un conservadurismo evangélico impresionante, parece muy complejo", examinó el antropólogo.
"Yo sí creo que más bien es un asunto que se naturaliza en familias donde, desde muy temprana edad, los niños reconocen la frescura de la diversidad", añadió.
Por lo anterior, Hernández Dávila concluyó que como sociedad conviene ir creando modelos pedagógicos que fomenten y adviertan la enorme relevancia de la pluralidad. (Sputnik)