En 1961, el Instituto Internacional del Teatro instauró el Día Internacional del Teatro, una fecha en la que se exalta la importancia de este arte como parte de la cultura mundial. Es bien sabido que en México, los artistas escénicos y todo lo que rodea al teatro, atraviesan por situaciones complicadas. Para muchas personas, es incierto hasta qué nivel llega la poca valoración de su trabajo.
Sobre esto, Ana Paula Prado comentó en una entrevista para Imagen Poblana cuáles son las principales carencias por las que atraviesan los artistas cuando su trabajo no recibe la remuneración que merece. De igual forma, mencionó cuáles serían las formas en las que este panorama podría cambiar, no solo para bien de los artistas, sino para todos los que trabajan en torno al teatro.
Ana Paula sostuvo que en México, las artes en general son muy poco valoradas, pero en el caso del teatro lo es aún más. Esto, dijo, trae como consecuencia que las y los artistas tengan que llevar una vida donde la precariedad es la única constante en su vida laboral y personal, lo que contrasta con todo el trabajo y dedicación que requiere el desempeño de su profesión.
“El teatro es muy poco valorado, lo que lleva a una precarización de la vida de los artistas, lo cual creo que no se corresponde con la cantidad de trabajo y de inversión que hacen las personas que se dedican a las artes escénicas. La inversión es muchísima, en muchos sentidos, y a la hora de cobrar y de vivir de eso, digamos que no corresponde”, declaró.
Desde su punto de vista, este problema tiene su origen en una cuestión social, ya que muchos artistas no tienen idea de cómo cobrar su trabajo de manera justa, lo que algunas instituciones aprovechan para pagarles menos de lo que merecen. Gracias a esto, explicó, se mantiene viva la errónea idea de que los artistas solo hacen arte “por amor al arte”.
Abundó en que la inversión que requiere una producción, por más austera que esta sea, puede llevarse entre 15,000 y 20,000 pesos, con una elaboración sencilla y en la que ni siquiera se pagan los montos debidos. Si verdaderamente cada persona involucrada, es decir, actores, artistas, director y demás, cobrara lo que les corresponde, la inversión sería aproximadamente el triple, como mínimo.
“Muchas veces son los propios artistas los que terminan subvencionando el trabajo en este afán de seguir haciendo algo que les apasiona. Quiere decir que ponen sus casas para los ensayos, que alguien dona su tiempo o cobra una fracción de su trabajo, los diseños de escenografía, iluminación, vestuarios, dirección. Si se pagan son más como una medida simbólica”, señaló.
La consecuencia más inmediata de esto es que los actores o demás personas se ven obligadas a tener un segundo empleo, por ejemplo, dando clases, en telemarketing o en agencias, todo con tal de comer y sobrevivir financieramente. Esto se ve en otros países donde ha trabajado, como España, donde hoy vive, o en Colombia y Estados Unidos.
Para ayudar a que los artistas puedan mejorar esta situación, Ana Paula fundó “Artistas Prado”, un proyecto con el que da asesorías a los artistas para que sepan el valor de su trabajo y empiecen a recibir remuneraciones más justas. Con esto pretende que se forjen relaciones en las que ganen tanto los creadores como las instituciones que los contratan.
Otra de las aristas de este problema es que para el público, cualquier producción de arte per se va a ser bien valorada y redituable, algo alejado de la realidad, pues al momento de pagar por un espectáculo, nadie le da el crédito que merece. Esto lo atribuye a que la gente no conoce lo que es el teatro y lo que se están perdiendo.
Mencionó que hay ideas equivocadas en torno a este arte, ya que se concibe como una experiencia aburrida o “acartonada”, pero esto parte desde el desconocimiento, pues en el caso de Puebla existen compañías como “Talavera Cavaret”, “Los Operantes” o “Imprudentes Teatro”, entre muchas otras que tienen ofertas variadas.
Otra concepción equivocada es que ir al teatro es algo caro, pues si bien hay sitios y producciones que pueden ser costosas, también las hay más económicas, pero no por ello son de mala calidad. Comparó los costos de una entrada al cine, cercanas a los 80 pesos más alimentos y bebidas que lo eleva a más de 400 pesos por dos personas, con una ida al teatro que puede ser, cuando mucho, 100 pesos más cara con una experiencia diferente en la que los artistas están a pocos metros.
Por último, mencionó algunas formas en las que, desde su experiencia y lo que ha visto, se podría cambiar el panorama. Una de estas es que se dé algún tipo de estímulo para quienes acuden a este tipo de producciones, pero también para quienes forman parte del detrás de escena.
Un ejemplo de cómo esto se ha puesto en práctica es en Cincinnati, EU, donde una compañía llamada “Arts Wave” hace una campaña anual para recaudar fondos en una zona donde colindan tres estados. En promedio, una persona dona siete dólares, pero al final lo recaudado se distribuye a los proyectos de la región y al mismo tiempo se otorgan beneficios fiscales a los donantes.
“Los artistas tienen que valorar su trabajo, porque a partir de eso se podrán organizar para trabajar como colectivo. Se que suena muy utópico o ‘rosita’, pero en comunidad se puede llegar más lejos. Hay que aprender a valorar todo, como decía, hay quien pone su casa, su computadora, su teléfono como si estuviera donando a la caridad y no debería ser así”, finalizó.