El dengue es una enfermedad viral transmitida por mosquitos infectados que sigue representando una amenaza para las áreas tropicales y subtropicales, con especial atención en entornos urbanos y semiurbanos, siendo el mosquito Aedes aegypti el principal vector de esta enfermedad.
Los especialistas señalan que el cambio climático está contribuyendo a la expansión del hábitat del Aedes aegypti, prolongando la temporada de transmisión y facilitando su adaptación en regiones antes no afectadas. Aunque el dengue no se transmite de persona a persona ni a través de objetos o leche materna, la prevención sigue siendo fundamental. Medidas como la eliminación de criaderos de mosquitos y el uso de repelentes son clave para protegerse de esta enfermedad.
En años anteriores, se solía distinguir entre dengue y dengue hemorrágico, pero ahora se emplea la terminología "dengue" y "dengue grave". Este cambio es el resultado de los avances en la comprensión científica de la enfermedad, según explicó el médico infectólogo Tomás Orduna.
El dengue grave puede presentarse de diversas formas, desde hemorragias intensas hasta daños en órganos vitales. Los signos de alerta incluyen dolor abdominal, vómitos, sangrado por la nariz o encías, y sensación de cansancio extremo.
Según advirtió la Organización Mundial de la Salud (OMS), la infección previa por un serotipo del virus del dengue aumenta el riesgo de desarrollar dengue grave. Y los grupos con factores de riesgo incluyen menores de un año, embarazadas y adultos mayores, así como personas con condiciones médicas previas.
La prevención sigue siendo la mejor estrategia contra el dengue. Además del control de mosquitos, se recomienda el uso de repelentes, ropa que cubra la piel y mosquiteros en puertas y ventanas. Y recientemente se autorizó una vacuna contra el dengue para personas mayores de 4 años, aunque su inclusión en los programas de vacunación aún está en debate.