Un grupo de científicos reveló que los gusanos microscópicos que viven en el entorno altamente radiactivo de la Zona de Exclusión de Chernóbil parecen no sufrir ningún daño por la radiación. Además, estos hallazgos podrían ayudar a comprender mejor los mecanismos de reparación del ADN y adaptarlos algún día a la medicina humana.
Desde la explosión del reactor de la central nuclear de Chernóbil en abril de 1986, los viajes a la zona que la rodea y la cercana ciudad ucraniana de Prípiat están estrictamente prohibidos a todo el mundo sin la autorización del gobierno. Los materiales radiactivos esparcidos en el medio ambiente exponen a los organismos a niveles extremadamente inseguros de radiación ionizante, lo que aumenta enormemente el riesgo de mutación, cáncer y muerte.
"Chernóbil fue una tragedia de dimensiones incomprensibles, pero aún no conocemos a fondo los efectos de la catástrofe en las poblaciones locales. ¿El repentino cambio medioambiental seleccionó especies, o incluso individuos dentro de una especie, que son naturalmente más resistentes a la radiación ionizante?", explica Sophia Tintori, bióloga de la Universidad de Nueva York, que dirigió el estudio.
Los gusanos recogidos en la zona no han mostrado signos de daños en sus genomas, contrariamente a lo que cabría esperar de organismos que viven en un lugar tan peligroso. El hallazgo no sugiere que la zona de Chernóbil sea segura, indican los investigadores, sino más bien que los gusanos son resistentes y capaces de adaptarse hábilmente a condiciones que podrían ser inhóspitas para otras especies.
Una forma de averiguar esto es estudiar los nematodos, gusanos microscópicos que viven en diversos hábitats. Esos gusanos tienen genomas sencillos y vidas cortas, lo que permite estudiar varias generaciones en poco tiempo. Por eso Tintori y sus colegas excavaron en Chernóbil para encontrar nematodos de la especie Oschieus tipulae, que suele vivir en el suelo.
Los investigadores recogieron cientos de nematodos de la fruta podrida, la hojarasca y el suelo de la zona, utilizando contadores Geiger para medir la radiación ambiental y llevando trajes protectores contra el polvo radiactivo. Los investigadores cultivaron en laboratorio casi 300 de los gusanos recogidos y seleccionaron 15 especímenes de O. tipulae para secuenciar su genoma. Estos genomas secuenciados se compararon después con los genomas secuenciados de cinco especímenes de O. tipulae de otras partes del mundo: Filipinas, Alemania, Estados Unidos, Mauricio y Australia.
Los gusanos de Chernóbil eran en su mayoría más parecidos genéticamente entre sí que con los otros gusanos, y la distancia genética correspondía a la distancia geográfica de toda la muestra de 20 cepas. Pero no había indicios de daños en el ADN debidos al entorno de radiación.
El equipo analizó minuciosamente el genoma de los gusanos y no halló indicios de los reordenamientos cromosómicos a gran escala que cabría esperar de un entorno mutagénico. Tampoco detectaron ninguna correlación entre la tasa de mutación de los gusanos y la intensidad de la radiación ambiental en el lugar de procedencia de cada uno de ellos.
Lo que encontraron los investigadores podría ayudar a los investigadores a tratar de averiguar por qué algunos humanos son más susceptibles al cáncer que otros.
"Ahora que ya sabemos qué cepas de O. tipulae son más sensibles o más tolerantes al daño del ADN, podemos utilizarlas para estudiar por qué distintos individuos son más propensos que otros a sufrir los efectos de los carcinógenos", concluye Tintari, citada por el servicio de prensa de la universidad.
La investigación fue publicada en Proceedings of the National Academy of Sciences.