En el mundo de las relaciones humanas y la conexión emocional, la empatía es reconocida como una habilidad fundamental para comprender y compartir los sentimientos de los demás. Sin embargo, el exceso de empatía puede tener consecuencias emocionales perjudiciales, y es aquí donde entra en juego el concepto de “ecpatía”.
El término “ecpatía” fue propuesto por el doctor y catedrático en siquiatía, J. L. González de Rivera, como un proceso mental voluntario que actúa como un escudo protector contra la inundación afectiva de los demás, con el objetivo de evitar que las emociones ajenas arrastren y perjudiquen a quienes son excesivamente empáticos.
Este concepto no debe confundirse con la indiferencia o la frialdad afectiva; por el contrario, se presenta como una forma de autoprotección contra el contagio emocional y la manipulación. Mientras la empatía se centra en comprender las emociones y perspectivas de los demás, la ecpatía se concentra en mantenerse en el propio lugar, mostrando compasión y apoyo sin ser absorbido por los sentimientos ajenos.
La ecpatía se presenta como una acción positiva y compensatoria de la empatía desmedida. Su objetivo es proteger y cuidar la salud mental y el equilibrio emocional de quienes la practican. Al adoptar la ecpatía, se pretende entender y brindar apoyo a los demás sin permitir que el sufrimiento ajeno se convierta en una carga personal, bajo la premisa de “Te escucho, valido tu dolor y estoy contigo, pero no convierto tu sufrimiento en el mío”.
Este concepto es especialmente relevante en situaciones que desencadenan contagio emocional, como el cuidado de personas enfermas, crisis humanitarias, manipulación mediática o histeria de masas. La ecpatía emerge como una herramienta valiosa para mantener un equilibrio saludable entre la comprensión de los demás y la preservación del bienestar emocional propio, reconociendo que hay situaciones fuera de nuestro control para resolver.