Es una realidad que en la actualidad la mayoría de las comunicaciones se hacen de manera digital, por lo que las cartas y correos físicos han quedado en desuso casi por completo. La extinción de las cartas ha traído como consecuencia que se haga de lado a los sellos postales, objetos que un día fueron fundamentales para la comunicación en casi todo el mundo y hoy están reducidos y desaparecidos.
Desde 1935, se estableció y celebró por primera vez el Día Internacional del Sello Postal el 7 de enero, con motivo de rememorar el natalicio de Heinrich Stephan, quien por primera vez organizó el sistema postal de Alemania y fue miembro fundador de la Unión Postal Universal (UPU). Este día, además de recordar al Stephan, pretende dar el valor que se merecen a los sellos postales como parte de la historia.
Si bien hoy en día es sumamente raro que alguien se comunique mediante cartas, ya que hay formas más rápidas como la mensajería digital, los sellos todavía son artículos preciados que se exhiben en museos o son buscados por coleccionistas. Más allá de la situación que viven actualmente, su historia tiene un largo recorrido en momentos importantes para la humanidad.
Los primeros sellos postales surgieron en mayo de 1840 gracias al británico Sir Rowland Hill, quien revolucionó para siempre la forma de enviar correos con una reforma al servicio de correos. En ese momento el sello apenas se imprimía en tinta negra y tenían un valor de un centavo, por lo que se llamaban “Penny Black” y llevaban el rostro de la reina Victoria.
Con esto el servicio pasó a cobrarse al remitente y no al destinatario, ya que antes a este último se le cobraba por el total de kilómetros que recorría un sobre y el número de hojas que contenía. Para disminuir costos, había quienes escribían parte del mensaje en el sobre; asimismo, si está era devuelta, el costo solía asumirlo la oficina postal o el remitente.
Con esta invención, al pagar el sello, el resto del proceso no requería otro pago, ya que al llevar la estampilla, todo el servicio estaba cubierto. En su primer año de uso, se estima que se imprimieron cerca de 68 millones de unidades en Gran Bretaña.
En el continente americano, el primer país en usar estos sellos fue Brasil y los emplearon a partir de 1843. Luego de ellos estuvieron los estadounidenses, quienes los introdujeron en 1847. En el caso de México, estos no se pusieron en circulación hasta el 1 de agosto de 1856, dando más apertura a un servicio que en ese entonces era reservado para quienes pudieran pagarlo. Eran de diferentes colores y tenían la cara de Miguel Hidalgo.
En primera instancia, estas se tenían que recortar con tijeras, pero luego se les incluyeron líneas punteadas para separarlas sin dificultad. Con el paso de los años, los diseños fueron variando, pues ya no sólo se imprimían figuras relevantes de un país, sino que se ponían paisajes, personas por su natalicio o imágenes especiales patrióticas. En lo más reciente, se han hecho de figuras de la cultura popular, como artistas o dibujos animados de la época.
Por lo anterior, las estampillas postales se fueron convirtiendo en objetos preciados y de alto valor, ya que eran un reflejo del momento histórico, político y social de un lugar. Es por esto que surgieron los coleccionistas que se empeñaron en buscar los sellos más raros y representativos de cada país, llegando a formar una disciplina.
También surgió el estudio de este tipo de estampillas, a lo que se le llamó “filatelia”, un término acuñado en 1864 por el coleccionista francés Georges Herpin, quien se dedicó a coleccionar las estampillas más destacadas de la época. Los filatelistas empezaron a organizarse para hacer intercambios y hacer clasificaciones cada vez más específicas por el tipo de sello que poseían, desde figuras de la política, hasta países y medios de transporte.
La euforia por estos ha llegado a tal grado, que el primer sello postal del mundo, un “Black Penny” con la imagen de la reina Victoria, fue subastado en 2021 por un precio inicial de 8 millones de dólares. Este no ha sido el más caro, ya que ese título lo ostenta el llamado “1 Centavo Magenta”, un sello de 1856, originario de Guyana Británica, un ejemplar único considerado por los especialistas como la “Mona Lisa” de los sellos postales. En 2014 fue adquirido por el coleccionista Stuart Weitzman, por un precio de 9.5 mdd.
En 1920 se inauguró el primer museo que incluyó la filatelia en su acervo, el Museo Postal de Praga, en República Checa; no obstante, al hablar de filatelia, el más importante es el Museo de Filatelia de Oaxaca (MUFI), que abrió sus puertas en 1998 y, desde entonces, se erige como el más reconocido en la materia, cuyo objetivo es preservar y difundir la relevancia histórica de los sellos postales.
Sí, hoy en día ya casi nadie los utiliza para su fin original, la mensajería, pero en la actualidad todavía tienen un papel importante como instrumentos de memoria de un lugar específico. Aunado a esto, también conservan un papel importante para el envío seguro y eficaz de productos postales en todo el mundo.