Estamos a pocos días de que inicie formalmente el invierno con lo que, naturalmente, llegarán cambios en el clima, pero también en esta temporada del año la gente también empieza a experimentar alteraciones en su estado de ánimo. En diciembre estamos más expuestos a las bajas temperaturas y con ello se da un fenómeno particular en el comportamiento de la gente.
No es extraño ni es sólo la percepción de la gente, que justo en esta época del año haya más sensación de tristeza o depresión, ya que es algo que tiene explicación científica y un nombre. Se le denomina Trastorno Afectivo Estacional (TAE) a la depresión que se da cuando cambian las estaciones del año, iniciando en invierno y finalizando cuando hay climas y ambientes más calurosos.
Si bien el TAE no es ajeno a estaciones más tropicales, es más común que ocurra principalmente en las épocas frías del año, por lo que con frecuencia se le conoce como “depresión invernal” o “depresión decembrina”. Esta empieza con los factores climatológicos, y se combina con otros, tales como la reflexión del final de año o la melancolía que implican las fiestas de fin de año.
Puntualmente hablando, el TAE se define como los cambios de ánimo que derivan en depresión y tienen su origen en un patrón estacional. Dado que en estos meses los días son más cortos y las noches tienden a extenderse más, el tiempo que se recibe de luz solar es mucho menor, por lo que nuestro organismo sufre una serie de cambios que repercuten en el estado de ánimo.
Una de las principales alteraciones se da a nivel hormonal, cuando nuestro cuerpo no es capaz de producir la suficiente serotonina, la hormona que se encarga de regular las emociones. Por otra parte, al no recibir la luz de sol necesaria, nuestro organismo no es capaz de producir vitamina D, necesaria para huesos y dientes, pero que también ha probado ser importante para la actividad neuronal, por lo que si se corta el suministro también hay impedimentos para la liberación de serotonina.
Asimismo, otra de las posibles causas de la depresión estacional es la sobreproducción de melatonina, un químico natural que se encarga de mantener normal el ciclo de sueño y los ritmos cardíacos, algo a lo que coloquialmente se le llama “reloj biológico”; si hay demasiada melatonina, es probable que se los ciclos se alteren y, en consecuencia, haya más insomnio del que puede considerarse “normal”, lo que a su vez contribuye a generar depresión.
Finalmente, también entra en juego el factor melancolía de todo lo que conllevan las fiestas decembrinas. En esta temporada muchas personas suelen verse envueltas en momentos de tristeza, ya sea porque no lograron concretar las metas propuestas a finales del año pasado, o por el “recuento de los daños” que deja el año, en el que se pueden incluir pérdidas familiares o rupturas amorosas.
Lo usual es que las personas que sufre de TAE comiencen a denostar síntomas como tristeza, necesidad de comer más carbohidratos y grasas, lo que deviene en una pronunciada subida de peso, además de alteraciones en los ciclos de sueño tocando los extremos: o se dificulta dormir o se pasa la mayor parte del día en la cama con ideas fatalistas.
Sin embargo, quizá el síntoma más grave de la depresión estacional es la escasa capacidad de disfrutar las cosas o de sentir placer, algo que se conoce mejor como anhedonia. Como cualquier depresión general, las personas que la sufren tienden a perder el interés en las actividades que un día eran sumamente placenteras, o bien, se extinguen por completo las ganas de pasar tiempo con otras personas, desde familiares hasta amigos.
A diferencia de otros tipos de depresión, en las que las causas son primordialmente factores sociales o de comportamiento, la TAE tiene su raíz en el clima y la estación que se vive en el momento, por lo que su tratamiento suele ser diferente. Aunque suene extraño, existe un tipo de terapia llamada “fototerapia”, que consiste en exponer a la persona a fuentes lumínicas que simulan la luz natural que no hay en invierno.
Si bien puede ser una forma de contrarrestar los efectos del TAE, lo ideal es acudir con un profesional de la salud mental que se encargue de orientar con terapia sicológica y, en caso de ser necesaria, con antidepresivos y reguladores hormonales que la complementen.