Toros y los que asesinan animales

Toros y los que asesinan animales

La polémica que ha vuelto a surgir, sobre si debe existir o no la fiesta de toros, debería consultarse en leyes ya vigentes.  Si el derecho mexicano exige el respeto a la vida de los animales o el trato humanitario  en el caso de animales de consumo que deben ser sacrificados,  no son necesarias las encuestas. La propia ley ha definido el contexto, muy triste tratándose de sacrificios.  En el caso de los toros ese problema se ha resuelto en muchos países, en el juego placero  con el animal sin causarle heridas, mucho menos asesinarlo como suele hacerse en  algunas plazas de toros, las de México entre ellas. Es un espectáculo inhumano, de sed de sangre, que  exacerba la violencia. La discusión gira en tormo a la pérdida de inversiones y empleos. Pero en un caso dado de que el toreo sea en efecto una fiesta  no la agresión al toro mucho menos poner en  peligro al mismo torero, los negocios y los empleos no están  en juego. Puede modificarse el tipo de espectáculos sin pérdidas. La protección que se ha dado a otros animales como los de los circos o los caseros, ha humanizado en muchos las conductas. En esta columna hemos tratado varios casos a lo largo de los años, incluso el de los safaris en los que se mata injustamente animales.  Como aquel que involucró a la cantante Lucero y su anterior compañero. Aquí está el caso, con otros. 

 

LOS ASESINOS DE ANIMALES QUE SOLO MATAN PARA GOZAR UN DEPORTE

 

El periódico español El Mundo publicó hace tiempo,  una entrevista con la hija del dictador Francisco Franco, Carmen Franco, mujer de 89 años , que acababa de matar varias piezas de cacería, en un  deporte que practicó desde que era niña y lo hacía acompañada de su padre. Y el que éste dejó como monarca, hizo lo mismo. Parte de la defenestración de Juan Carlos de Borbón, en el 2013 con efectos actuales,  tuvo que ver con la furtiva caza de elefantes que llevaba a cabo en África, mientras su país estaba en emergencia; justo cuando se hacía un alerta mundial sobre la posible desaparición de ese paquidermo, ante la voracidad de los explotadores del marfil rojo.  La cantante Lucero, mujer a la que Televisa  creó una imagen rosada, fue captada con  su antiguo compañero,  junto a la pieza que ambos acababan de cobrar. La foto mostraba la risa y satisfacción de ambos, junto a la pieza asesinada.  Walter James Palmer, un cazador estadounidense, asesino del león Cecil en África, se hizo de una fama despreciable ante la indignación mundial por esa masacre, de quienes además, rechazan que haya  permisos así sean legales, para matar a un ser viviente. Últimamente han dado la vuelta al mundo imágenes en donde se ven elefantes tirados, muertos, a los que se les han extraído los colmillos. En la colonia  Condesa, espíritus diabólicos estuvieron matando perros sin que se supiera quienes eran. A menudo, aparecen denuncias terribles de seres que matan perros, gatos o los someten a las peores torturas. En un mundo   donde la vida del ser humano ha perdido sentido,  y lo vemos con Israel en  Gaza, para muchos las situaciones de los animales pasan a segundo término. Pero los grandes  humanistas han puesto el énfasis en el respeto a los animales o a las seres más desvalidos de una sociedad, como una expresión de la sensibilidad de los habitantes de un  país. Respetar nuestro entorno, incluidas entre los seres vivientes las plantas, es mostrar el más alto nivel de humanización. Quien no respeta a un animal, es capaz de todo.

 

MI CABALLO Y MI PERRO. JOSÉ RUBÉN ROMERO Y SU AMOR A LOS ANIMALES

 

Todavía cercano el mes de la Revolución, es bueno recordar a aquellos escritores costumbristas que surgieron dentro y posterior a ese movimiento, que al volcar sus vivencias cotidianas siempre tenían una palabra de cariño o conmiseración para los animales. José Rubén Romero (1890-1952)  es uno de esos escritores y al leerlo, se nos figura un hombre sencillo acogido permanentemente a su pueblo. Pero se trató de un destacado diplomático que fue cónsul en España y ministro plenipotenciario en Brasil y que ocupó una silla en la Academia de la Lengua en sustitución de Luis G. Urbina el gran poeta ¿Quién no recuerda  La vida inútil de Pito Pérez, tres veces llevada al cine – a mi me gusta la versión de Manuel Medel-, o a Rosenda que fue convertida en excelente película por Julio Bracho?  En Apuntes de un  lugareño  se observa ese trato terso a burritos, yeguas y caballos. En Mi caballo, mi perro y mi rifle (Editorial de Arte y Literatura, Habana Cuba, 1976), un niño enfermo les hace  confidencias a los animales de la granja, gallinas incluidas. En esta, Romero enfrenta  dos concepciones del comportamiento animal que reflejan algunos de sus puntos de vista sobre la Revolución respecto a la que creía que no había cumplido suficiente sus objetivos.  En otros autores puede observarse esa intención a veces didáctica, que influyó en varias generaciones y se frustró quizá en las actuales. Los opositores al costumbrismo -José Revueltas entre ellos-, critican que quienes lo usan no profundicen en el entorno real de lo que escriben y se diluyan en anécdotas, bromas, descripción de la madre y el abuelo y el boticario del pueblo. Pero cada expresión literaria tiene su razón de ser y algo queda en el sentir de los que las leen. Sobre todo el amor a los animales, frente al deprecio de algunos, hoy en día.