El triunfo de Javier Milei para convertirse en el nuevo presidente de Argentina ha traído consigo múltiples controversias, incluida la corriente política con la cual se identifica y que, si bien no es nueva, causa ruido por las posturas extremistas que conlleva.
Dicho por el propio Javier Milei, su corriente ideológica es el anarcocapitalismo; sin embargo, también se ha declarado como un libertario, posturas que, al menos en la teoría, lucen bastante extremistas y que, de aplicarse, podrían resultar controversiales.
¿Qué es el anarcocapitalismo?
Esta filosofía política es considerada la parte más radical del liberalismo clásico que se nutre de algunos preceptos del anarquismo y del mundo corporativo, teniendo sus orígenes en la década de los 50 con el teórico Murray Newton Rothbard.
Sin embargo, fue hasta la década de los 80 cuando esta corriente filosófica alcanzó su mayor crecimiento, pues se vio beneficiada por el aumento de los grupos corporativos privados para manejar aspectos que antes le correspondían exclusivamente al Estado.
Básicamente, el anarcocapitalismo plantea una sociedad capitalista sin la intervención del Estado; para lo cual, esta figura de gobierno no existiría y, por tanto, no se haría cargo de proveer a la sociedad de dinero, educación, salud y hasta seguridad.
Todos los servicios anteriormente citados, así como el resto de las funciones del Estado, serían proporcionados por empresas privadas que funcionan bajo la idea de un libre mercado, ya que no existiría un poder regulador estatal.
Otras formas de sintetizar toda esta corriente ideológica son denominarse como una corriente privatizadora, aunque en realidad tiene una estructura filosófica más compleja detrás, lo cual también permite que sus detractores tengan más herramientas para rechazarla.
Dentro de su estructura, el anarcocapitalismo cuenta con algunos vacíos, como es la desigualdad de recursos y la eliminación de la meritocracia como forma de escalar en la pirámide social.
Para los opositores del anarcocapitalismo, esta desigualdad pone en riesgo la continuidad de la sociedad, ya que solamente las personas que nazcan en un entorno económico positivo podrán acceder a educación, seguridad, salud, vivienda y hasta trabajo digno.
También destaca que, sin la presencia del Estado, los grupos en el poder son los que se encargan de ejercer un dominio ilimitado sobre aquellos que no pueden acceder a los beneficios del corporativismo.
Diferencias con el anarcocomunismo
Aunque en su concepción, el anarcocapitalismo formaba parte de la teoría filosófica liberal, esta idea de que el poder económico jerárquico sea quien rija la vida y el acceso a los servicios del resto de la población lo aleja de esta corriente liberalista.
Pero también guarda marcadas diferencias con otras corrientes idealistas que se han nutrido del movimiento anarquista, como es el caso del anarcocomunismo.
A pesar de llevar en su conformación la palabra "comunismo", esta corriente del pensamiento se encuentra muy alejada de la teoría marxista, pues dejan de reconocer la teoría del valor trabajo y conciben una sociedad en la cual no exista un valor numerario del precio o del salario.
La diferencia con el anarcocapitalismo es que el anarcocomunismo no rechaza la existencia del Estado; sin embargo, rechaza la conformación de una autoridad jerárquica, que puede ser administrativa o incluso eclesiástica.
La parte extremista del anarcocomunismo se encuentra justamente en el rechazo a las sociedades jerárquicas, pues incluso se opone a la unidad básica de la sociedad que es la familia, sin importar si se trata de una autoridad tradicional, racional o carismática.