Las imágenes, videos, estimaciones y testimonios no dejan lugar a dudas. El huracán Otis es, por mucho, el fenómeno natural más grande que ha azotado a México en los últimos años. Se calcula que desde que Otis tocó tierra en Acapulco, Guerrero, hay al menos 48 muertos y más de 30 personas desaparecidas, más los heridos y cuerpos que aún falta por encontrar, además de los daños y afectaciones para la población que está incomunicada y con pocos recursos.
Es precisamente sobre esta falta de alimentos, agua y recursos que ha salido a relucir nuevamente una de las virtudes más grandes de los mexicanos: la solidaridad. No pasó mucho tiempo antes de que la sociedad civil se organizara y viera la forma de empezar a enviar alimentos, agua embotellada, fórmulas lácteas y demás insumos para una población sumamente golpeada por el huracán.
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Si bien hay diferencias en la cultura y forma de pensar de los habitantes de todo el país, es innegable que, en cuanto se da un escenario de emergencia y el apoyo es necesario, lo primero que se piensa es cómo ayudar. Esto es algo que no solo sucede cuando hay desastres en México, ya que la solidaridad de los mexicanos también se ve en países que caen en desgracia y requieren “una mano” para salir adelante de su situación.
Tal vez los momentos que han demostrado que los mexicanos tienen más unidad de la que se cree son los terremotos, ya que en años recientes y hace décadas, cuando se da uno de estos siniestros la gente se olvida de sus diferencias para ayudar a sus similares. En el sismo del 19 de septiembre de 1985 de magnitud 8.1 en la escala de Richter, México vio cómo su pueblo se tomó de la mano para auxiliar a las personas que quedaron debajo de los escombros.
Algo que caracterizó al terremoto de 1985 fue la reacción tardía de los gobiernos federal y del otrora Distrito Federal, por lo que la gente no se quedó cruzada de brazos y, sin ser profesionales en rescate, arriesgando su vida, sin herramientas, equipo de protección o maquinaria, se dispusieron a quitar escombros para sacar a la gente sepultada. En ese entonces los medios de comunicación no hicieron más que destacar en sus encabezados a las cientos o miles de personas que mostraron el espíritu mexicano solidario.
Por azares del destino, exactamente 32 años después, en 2017, nuevamente se suscitó un sismo de magnitud 7.1 con epicentro en Chiautla de Tapia, Puebla, dejando otra vez afectaciones en dicho estado, Morelos y en la Ciudad de México. Más temprano que tarde, los mexicanos se solidarizaron y los vecinos de las zonas golpeadas iniciaron labores de rescate con sus propias manos, sin conocimientos en el área, pero todos con la firme convicción de salvar cuantas vidas fuera posible, pues sabían que era una carrera contrarreloj.
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Durante días se vio cómo la ciudadanía organizada ayudó a sus similares removiendo escombros, pero también con otras acciones. Se hizo común ver cómo las personas en sus casas ponían contactos de electricidad para que los rescatistas pudieran emplear maquinaria o simplemente para que quien lo necesitara cargara su teléfono libremente. De igual forma, los vecinos abrían redes de internet ante las comunicaciones limitadas. Se volvió famosa la escena de un taquero llevando comida al personal de protección civil, marina y demás cuerpos rescatistas.
Quienes podían, llevaron plantas de energía para alumbrar en las obras, mientras que en redes sociales la gente ayudaba a contactar a personas que no tenían formas de comunicarse con sus familiares. Desde otros estados la actitud de ayudar no fue diferente, pues inmediatamente empezaron a llegar víveres para los damnificados y los gobiernos de otros países también enviaron brigadas de rescatistas para aliviar la carga de trabajo al personal.
La ayuda no solamente se queda en nuestro país, ya que en febrero de este año, ante un sismo de magnitud 6.8 en Turquía, los mexicanos enviaron toda la ayuda posible. Se dio a conocer que al menos 100 toneladas de ayuda humanitaria partieron del Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles (AIFA) con destino a Turquía.
Aunado a esto, la Secretaría de Marina, el Ejército Mexicano y la Cruz Roja enviaron personal rescatista para auxiliar en labores de rescate. Junto a ellos también estaban los binomios caninos, incluido un pastor alemán llamado Proteo, que falleció en medio de sus acciones de rescate. Gracias a esto, los aficionados del equipo Trabzonspor rindieron un homenaje a Proteo con un enorme tifo en su estadio. Posteriormente, el gobierno turco regaló un cachorro a México para suplir el espacio que dejó el can mexicano.
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La solidaridad no se ha demostrado solo en desastres naturales, ya que ante emergencias similares, pero de origen humano, también se da ese ánimo de estirar la mano de auxilio. La noche del 3 de mayo del 2021 se derrumbó un tramo elevado de la línea 12 del Metro de la Ciudad de México, lo que terminó con la vida de 27 personas, y dejó a otras más heridas.
Los vecinos de las colonias San Lorenzo y El Rosario ya habían denunciado el mal estado de la obra, por lo que en el peor escenario rápidamente corrieron a apoyar a quienes lo necesitaban. La zona era de alto riesgo por la posibilidad de que se diera un derrumbe más severo, pero nada de eso importó, ya que el único objetivo era sacar de la estructura derrumbada a los afectados. Reportes afirman que los voluntarios lograron sacar a cerca de 20 heridos antes de que llegaran los cuerpos de emergencia.
Aunque en lo más reciente, el covid-19 ha sido la emergencia sanitaria más notoria, en julio Chile sufrió de un brote del Virus Respiratorio Sincitial (VRS) que afectó principalmente a niños y recién nacidos. Naturalmente, al ver la situación, el pueblo mexicano no pudo voltear a otro lado y la ayuda humanitaria salió al país sudamericano para aliviar la situación.
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Las secretarías de Salud, Marina y Relaciones Exteriores (SRE), así como la Agencia Mexicana de Cooperación Internacional para el Desarrollo (Amexcid) y la Organización Panamericana de Salud (OPS) se unieron para dar auxilio al sistema de salud chileno. Se enviaron a 26 profesionales, 25 del área de la salud especializados en pediatría, enfermería y médicos intensivistas, y uno más de la Marina para atender a niños de cinco años o menos que sufrían de VRS.
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