Una de las tradiciones más entrañables de México es el Día de Muertos, donde se recuerda a los seres queridos que ya partieron de este mundo. Pero días antes de su celebración, específicamente el 27 de octubre, se cree que es el turno de las mascotas para visitar a sus familias.
El Día de Muertos tiene su origen en la creencia de las culturas prehispánicas. Según la tradición oral, la muerte estaba determinada por el tipo de fallecimiento de cada persona. Al fallecer, la diosa Mictecacihuatl o dama de la muerte, guiaba a las personas al Mictlán, sitio donde las personas fallecidas por causas naturales van a descansar.
Llegar al Mictlán no era tarea fácil, pues el camino estaba lleno de dificultades, entre las que se involucraba pasar por nueve inframundos antes de llegar al destino. Para poder acompañar al espíritu de la persona en su recorrido, se enterraba un perro a su lado. El can, específicamente el xoloitzcuintle, ayudaba a las personas a cruzar un río hasta llegar frente al Señor de la Tierra de los Muertos, Mictlantecuhtli. A su llegada, se le había entrega de las ofrendas correspondientes: algodón y caña de perfume.
Este viaje tenía sus peligros, pues el xoloitzcuintle debía cargar a la persona en su lomo para ayudarlo a atravesar el caudaloso río Apanoyan. Se decía que si el humano no había sido bueno con los animales durante su vida, o si el perro no lo reconocía, el alma del difunto corría riesgo de quedar en la primera etapa del camino.
No cualquier perro, o incluso cualquier xoloitzcuintle está capacitado para la ardua tarea. Según la leyenda, tiene que ser de un color gris jaspeado, lo usual en esta raza. (NotiPress)