Con el objetivo de evitar que 500,000 toneladas de productos contaminantes lleguen a mar abierto en 2030, la Unión Europea ha decidido prohibir la presencia de microplásticos en una amplia gama de productos que van desde maquillaje, cosméticos y detergentes hasta pesticidas, fertilizantes, juguetes y medicamentos.
Los residuos plásticos son uno de los principales contaminantes en el mundo; los mares están llenos de estos residuos que, gracias a la fricción de las olas y su alto grado de disolución, provocan su degradación, aunque esta suele llevar muchísimo tiempo. Como si el asunto no pudiera empeorar, existen ciertas partículas que no se descomponen las cuales conocemos como microplásticos.
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Estos elementos están presentes en casi todos los productos de uso diario como pastas de dientes, geles de baño, protectores solares, champús y fibras de la ropa. Debido a su carácter abrasivo, también son utilizados para quitar la suciedad de la ropa, de los platos, de la piel, etcétera. Su uso en empaques de comida también es recurrente.
La contaminación del agua podría parecer el principal problema, pero este solo es un escalón, pues los microplásticos también se propagan por aire y tierra, incluso dentro de la cadena alimenticia. Los microplásticos provienen de diferentes fuentes y son clasificados en primarios y secundarios. Los primarios son aquellos que se fabrican intencionalmente con cierto tamaño, tales como los granulados, los polvos y los abrasivos domésticos.
La segunda categoría abarca aquellas partículas que proceden de la degradación de materiales más grandes, como bolsas, y de las emisiones durante el transporte terrestre, especialmente la abrasión de los neumáticos de automóviles en uso.
De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO por sus siglas en inglés) diversos estudios han observado que más de 220 especies diferentes ingieren desechos microplásticos en condiciones naturales. Excluyendo a aves, tortugas y mamíferos, el 55% de ellos se trata de especies que tienen importancia comercial, tales como los mejillones, las ostras, las almejas, el camarón pardo, la cigala, las anchoas, las sardinas, la carpa común y la corvinata amarilla, entre muchos otros.
De forma gradual, estos elementos llegan a la ingesta humana. Un equipo de investigadores holandeses de la Vrije Universiteit Amsterdam tomaron muestras de sangre de 22 donantes adultos sanos anónimos en 2022 y las analizaron para buscar pequeñas partículas descubriendo que en 17 de los 22 voluntarios tenían microplásticos en la sangre. En promedio, se midieron 1,6 microgramos de material plástico por cada mililitro de sangre, lo que representa alrededor de una cucharadita de plástico por cada 1,000 litros de agua.
Los estudios sobre el impacto de estos microplásticos en la sangre humana son escasos pues esta problemática se va presentando junto al incremento de productos contaminantes. Algunos estudios donde se han saturado de plástico a células incubadas, se han encontrado resultados nada favorables que podrían derivar en la inflamación de las células, el fallo de algunos órganos vitales, así como la proliferación de enfermedades crónicas, aunque faltan investigaciones que puedan dar veracidad a estos datos.
Por otro lado, el uso del plástico sigue sin tener un sustituto, pues debido a su facilidad de moldeado a bajas temperaturas ofrece beneficios económicos y energéticos a las empresas, aunque estas no suelen tomar en cuenta el impacto ambiental. Para ejemplo, la recién prohibición en la Unión Europea, medida laxa ante los materiales de construcción y los productos utilizados en instalaciones industriales pues solo exige a las empresas el proporcionar información sobre sus emisiones estimadas de microplásticos y ofrecer pautas sobre cómo utilizar y eliminar los productos que los contienen para evitar su liberación.