El mundo se estremece ante una frase “Hamas será borrado del mapa”. Y la matanza inhumana sigue en el oriente próximo, pero la vida del mundo se apoltrona y todos empiezan a resolver sus problemas, uno de ellos Pedro Sánchez presidente de España que ha tenido la prudencia de no declararse a favor de Israel. Mientras, contempla recurrir al expresidente Carles Puigdemont, a quien mantiene su país en el exilio por orden del pasado gobierno español. El catalán declaró con otros la independencia de Cataluña en el último intento por lograr ese estado de libertad. Mientras todos se vuelven a sus propias cosas, en evidencia queda el organismo internacional que debería exhibir su efectividad en estos momentos, la ONU, con la carga de su impericia para resolver conflictos. Sobre Las frases lapidarias pronunciadas desde Israel que están aplicando, en tomo de España se recuerda aquella que pronunció Mariano Rajoy cuando fue presidente del país ibero y se lanzó contra los independentistas al decir “nunca permitiré la independencia de Cataluña”, que parece que entra a otro sendero por lo que está buscando Pedro Sánchez para lograr los 178 escaños que necesita para consolidar su reelección.
NETANYAHU, VERSIÓN REFORZADA DE HITLER, OLVIDA EL HOLOCAUSTO
Según los viejos psicólogos, las frases lapidarias expresan en realidad complejo de inferioridad. Son frases además totalitarias que pueden ser la antesala de algo muy grave tal como estamos viendo con la jactancia de Netanyahu, en Israel: la represión. Ya hemos escuchado algunas a lo largo de las épocas que exactamente evidencian de donde surge esa definitiva aseveración, “no permitiré la independencia de Cataluña”, reiterada varias veces por el derechista. Casi tan contundente como el “no renunciaré” de Porfirio Diaz poco antes de salir a toda prisa por Veracruz. El problema de esas frases es que por un tiempo producen daños, algunos terribles como la aseveración de Netanyahu, a la que agrega “aplastar y destruir” y “cada miembro de Hamas es hombre muerto”. El funcionario israelí ha olvidado de pronto como se pone cuando alguien cuestiona el holocausto y se porta igual que Hitler, demostrando que el ser humano no reconoce las experiencias. Mientras él y su gobierno alterno nombrado sobre la marcha, para catapultar las muertes que no es para otra cosa, en Estados Unidos que presto ofreció armas a Israel, se cuestiona la mentira de Joe Biden al mencionar haber visto las muertes de bebés asesinados por Hamas. Los mismos periodistas lo cuestionaron.
UN DÍA VOLVERÉ, DE MARSÉ, PLANTEA LA DISYUNTIVA DE OLVIDO O VENGANZA
La situación que impera en este momento, es de venganza. Es todo lo que gira en un país que se cree dueño del entorno llamado santo y quiere eliminar a los que como los palestinos tienen igual derecho. Es una actitud que se ha expresado a sus respectivas generaciones a lo largo de décadas, aunque en Israel hay cada día más personas que rechazan la guerra declarada de su gobierno. En todas las guerras resueltas para bien o para mal, cosa que
aunque no ha ocurrido, no se sabe si ahora menos ocurrirá, queda la disyuntiva de seguir la venganza o de deponer esa situación e iniciar de nuevo. Fue lo que quiso plasmar Juan Marsé en su conocida novela Un día volveré (Plaza &, Janes 1982) que como se ve por el título, también es lapidario. En efecto el pistolero Jan Julivet Mon, hombre que luchó por la república y estuvo preso trece años por el franquismo, regresa a Gracia su lugar de origen a encontrarse con sus antiguos conocidos y amigos y estos piensan de inmediato que el recién llegado viene a ponerse a disposición e iniciar de nuevo la lucha. Pero a través de la larga e interesante novela, se capta que lo que quiere es olvidar y comenzar de nuevo. Incluso mantiene relaciones criticables con personajes que apoyaron al franquismo en situación de muertes, pero él señala que hay que comenzar de nuevo y vivir otra vida. Esto le ocasiona críticas y reproches, pero aquel personaje, herido ya por la vida y la cárcel, no hace caso y termina muerto. Marsé, quien falleció hace tres años y autor también de muchas obras entre ellas de Ultimas tardes con Teresa, plantea la disyuntiva importante de mirar la situación y dar esperanzas a las nuevas generaciones de que ellas decidan su propia vida futura.