Ya estamos en octubre y desde hace más de una semana llegó el equinoccio de otoño, una estación en la que se supone nos preparamos para la temporada más fría del año. Aún con esto, todavía llegan incesantes olas de calor que afectan a las personas con repercusiones en su estado de ánimo y, peor aún, a su salud.
Idealmente, el cuerpo humano debe permanecer entre los 36 y 37 grados para tener un correcto funcionamiento, por lo que en situaciones de ambiente normal se puede enfriar o calentar solo aunque se estén desarrollando actividades, a lo que se le llama equilibrio térmico.
El estrés por calor o estrés térmico es una afectación real para la gente que está expuesta por largas horas al sol, haciendo que no regule su temperatura. Es importante tomar en cuenta que esto no es algo que se pueda aliviar simplemente con refugiarse en la sombra por unos momentos, por lo que es primordial reconocer cuando se está en un episodio de estrés.
Dicha condición se produce cuando el cuerpo se vuelve incapaz de recomponerse tras varias horas de exposición al sol, por lo que ya no regula la temperatura por sí solo, aunque también se da por hacer actividades laborales en condiciones calurosas. Esto es más frecuente en zonas urbanas sin arbolado, zonas verdes o donde se concentran demasiadas personas y el tránsito vehicular es excesivo.
Los factores ambientales que propician el estrés por calor, además de las altas temperaturas, son la humedad elevada que evita la evaporación del sudor, las actividades físicas extenuantes como ejercicio y trabajo, al igual que el uso de ropa inadecuada que no permite la transpiración corporal.
Con el estrés calórico se ven efectos en el cuerpo como sudoración exagerada, fatiga al hacer actividad física, náuseas, calambres, incapacidad de concentración y memorización, así como intensos dolores de cabeza y mareos. Asimismo, las enfermedades crónicas como la hipertensión se acentúan y se generan golpes de calor, insolación y daño cerebral.
En el peor de los casos, cuando la temperatura corporal alcanza hasta más de 38 grados se empiezan a ver daños en la salud. Cuando se sobrepasan los 40 grados una persona puede morir. En México esto es algo frecuente y según la Secretaría de Salud hasta el 2 de septiembre se reportaban 372 muertes por las olas de calor.
Hay factores de riesgo que hacen que el estrés por calor sea un efecto más dañino en algunas personas. En los adultos mayores, con el paso de los años, pierden de manera natural la capacidad de enfriarse o calentarse solos, por lo que el calor se vuelve un factor de riesgo que empeora condiciones cardíacas, pulmonares y hasta renales. En algunos casos el calor extremo llega a ocasionar episodios de delirio.
Por otra parte, las personas con obesidad tienden a sufrir más con los efectos del estrés por calor debido a que su cuerpo requiere más energía y, por consiguiente, genera más calor. Hay áreas laborales que son de mayor riesgo porque implican estar forzosamente bajo el rayo del sol todo el día o durante los lapsos más atenuantes, tal es el caso de los constructores, los trabajadores del campo o transportistas, quienes combinan la actividad física con en situaciones ambientales extremas.
Para evitar ser víctima de estrés por calor, lo más recomendable es mantener el equilibrio entre el calor del cuerpo y el ambiental. Por esto hay que permanecer hidratando el cuerpo constantemente para compensar la pérdida de agua que se da a través del sudor. De igual forma, es imprescindible evitar la exposición al sol lo más posible, al menos durante las horas más intensas.
Algo que algunas personas ignoran a pesar de ser fundamental es que se debe usar ropa adecuada para permitir la transpiración del cuerpo. Usar prendas ligeras, que cubran la piel de los rayos y que sea de colores claros es primordial para evitar que el cuerpo absorba demasiado calor y permita que la piel se enfríe.