Finalmente, el equinoccio de otoño llegó a este hemisferio del planeta el 23 de septiembre a las 00:49 horas, por lo que se prevén climas cambiantes y el inicio de la temporada más fría del año. Además de los evidentes cambios también hay personas que manifiestan alteraciones en su comportamiento y estado de ánimo, llegando incluso a desarrollar un cuadro depresivo.
Esto no es algo aleatorio o una mera superstición de la gente, sino que en realidad hay razones por las que el otoño y el invierno producen bajo estado de ánimo o depresión. Aunque se puede prolongar por los meses que duran ambas estaciones, no es una condición que dura por muchos meses y en cuanto terminen se ve una considerable mejoría.
Se acaba verano y empieza otoño, que depresión
— Yeeeh (@AlvaroRojass) September 23, 2023
De manera concreta se le conoce como trastorno afectivo estacional a los cambios de ánimo y depresión que se dan cuando hay un cambio de estación, principalmente en las temporadas de frío y cuando hay escasez de luz solar, las temperaturas son más bajas y hay más lluvias. Gracias a esto, las personas tienden a mostrar menos energía y estar de mal humor todo el tiempo.
En algunas ocasiones, no tan frecuentes, los casos de depresión se dan al revés, cuando inicia la primavera y se extienden al verano. Para darse cuenta si alguien está desarrollando un cuadro depresivo los síntomas más evidentes son apatía y malestar, demasiado sueño, alteraciones en los hábitos alimenticios que llevan a consumir exceso de carbohidratos y subir de peso, y a tener pensamientos fatalistas y de culpa.
El síntoma más notable es quizá la anhedonia, que se refiere a la incapacidad de experimentar placer o algún tipo de satisfacción, así como la pérdida de interés en las actividades diarias que antes eran importantes. Esto también se explica por la química interna del cuerpo, ya que se altera la producción de melatonina.
La melatonina es una hormona que se produce naturalmente en el cuerpo gracias a la cantidad de horas luz que recibe el organismo. Con la falta de luz, la melatonina disminuye y se cambian los ritmos circadianos, que se relacionan directamente con los cambios físicos, mentales y conductuales. Los ritmos circadianos son lo que conocemos comúnmente como “reloj biológico”.
La ausencia de rayos ultravioleta también contribuye a que el cerebro reduzca la producción de vitamina D, esencial para los huesos y la piel, pero también para la liberación de serotonina, una sustancia que funge como neurotransmisor cerebral e influye en el estado de ánimo; en niveles bajos también es causa de depresión.
Esta depresión no se origina como otras que incluyen factores sociales, sino que se da por factores externos y cambios biológicos, por lo que existen formas de tratarla. Una de las formas de contrarrestarlo es mediante la terapia cognitivo conductual, la luminoterapia y, en el último de los casos, medicamentos que sumen a la regulación química. Para ello es importante que se haga caso a los primeros síntomas.
Aunque están las citadas terapias y la situación se puede revertir en cuanto se dé el cambio estacional, hay factores de riesgo que se deben considerar. Las personas que previamente padecen otro tipo de trastornos como el de bipolaridad son más susceptibles a desarrollar el trastorno afectivo estacional. A las complicaciones implícitas en la bipolaridad, las estaciones suman a desarrollar episodios maníacos.
En cualquier caso, lo más importante es no hacer caso omiso a las personas que nos rodean y sus cambios comportamentales cuando se da el equinoccio otoñal, pues nunca se sabe completamente si podrían estar desarrollando un cuadro depresivo.