Riñas entre automovilistas, maltrato animal y peleas dentro y fuera de los bares son solo algunos de los ejemplos que, en la mayoría de los casos, derivan de una deficiente inteligencia emocional y la capacidad tolerar la frustración.
La tolerancia a la frustración es un término que se utiliza para definir la capacidad de una persona para soportar la derrota o cualquier actividad en la que se haya visto rebasado.
La intolerancia a la frustración está íntimamente relacionada con un alto nivel de ira, mientras que las personas que asimilan mejor la frustración tienen un mejor control de sus emociones.
Además de la ira, la intolerancia a la frustración está asociada con la ansiedad, lo cual hace que una persona pueda reaccionar de forma impaciente o nerviosa cuando está bajo presión o haya sido rebasado por la situación.
Una forma de manifestar la intolerancia a la frustración son justamente los arranques de ira, que se pueden dar en múltiples escenarios y que puede llegar a tener resultados fatídicos.
Por ejemplo, se han documentado casos en los que un automovilista le dispara a otro, lo golpea o lo ataca de alguna manera, solamente porque le dieron un "cerrón" o no le dieron el paso.
Una persona con tolerancia a la frustración es capaz de dejar pasar este tipo de incidentes sin la necesidad de tomar represalias en contra del otro conductor.
Otro ejemplo es el ocurrido afuera de un bar en la Isla de Angelópolis, donde presuntamente un grupo de jóvenes golpeó a otro solamente porque él les reclamó por haberlo mojado con una cerveza.
La tolerancia a la frustración habría permitido que los agresores pidieran una disculpa por lo ocurrido y hubieran seguido su camino, sin tener que llegar a la agresión que se hizo viral en redes sociales.
La inteligencia emocional es un aspecto que se trabaja desde niños, por lo que se recomienda a los padres enseñarle a los más pequeños la importancia de lidiar y reconocer sus emociones.