El Partido Revolucionario Institucional (PRI), el que por años fue un partido hegemónico y único dominante en el país, hoy ha tocado fondo luego de que demostrara que ya no es ni capaz de presentar a un perfil para la candidatura a la presidencia. Este es solo uno de los tantos tropiezos del tricolor en los últimos años, ya que dejó de ser un instituto competitivo.
Desde su fundación como el Partido Nacional Revolucionario (PNR) en 1929, el PRI siempre presentó un candidato para la presidencia, algo que hoy cambió en parte por el rechazo ciudadano, y luego por los malos manejos al interior. Esto ha dado como resultado que no compita realmente en elecciones federales y se haya vuelto irrelevante incluso en sus puntos más fuertes.
Esta decadencia se nota principalmente a inicios de este milenio, cuando se dio la alternancia en el poder con el PAN y empezó a perder poder en las cámaras de diputados y senadores. Sumado a esto, en la actualidad sus dirigentes son verdaderas caricaturas y en estados como Puebla tiene una base endeble de militantes.
El primer descalabro del tricolor se dio en el 2000, cuando perdió su primera elección presidencial en una de sus participaciones más grises. El candidato de aquella época fue Francisco Labastida Ochoa, exgobernador de Sinaloa que no pudo contra el candidato panista Vicente Fox Quesada y quedó en segundo lugar por más de dos millones de votos.
Esta no ha sido la peor jornada electoral del PRI en el siglo XXI, ya que las demás han sido poco favorables. En el 2006, su candidato Roberto Madrazo quedó en tercer lugar detrás del ganador Felipe Calderón Hinojosa y Andrés Manuel López Obrador. Solo juntó 9.3 millones de sufragios.
Para 2012, el tricolor volvió a ganar con Enrique Peña Nieto en lo que fue un sexenio lleno de polémicas y corrupciones, pero en 2018 José Antonio Meade tuvo la que es al momento la peor elección. El priísta no tuvo una campaña de impacto y únicamente juntó 9.2 millones de votos, menos de un tercio del ganador AMLO.
Las elecciones federales son lo más llamativo, pero no es la única área donde el PRI ha decaído. A inicios del 2000, el partido gobernaba en 21 de las 32 entidades federativas, un panorama totalmente distinto al de hoy, pues solo gobierna Coahuila y Durango. En medio de esta ola de derrotas, el PRI perdió su bastión más grande: el Estado de México.
Esto no podría entenderse sin las malas dirigencias, específicamente la de “Alito” Moreno, quien ha destrozado su estructura interna y se ha encargado de ridiculizar a su propio partido. Cuando llegó al Comité Ejecutivo Nacional (CEN) en 2019 el PRI tenía 14 entidades y ahora solo tiene dos, a la espera de lo que suceda en 2024.
A lo anterior, hay que sumar que declaró la derrota de Beatriz Paredes sin que ella estuviera presente, también causó la salida de cuadros alguna vez relevantes como Claudia Ruiz Massieu, Miguel Ángel Osorio Chong, Nuvia Mayorga y Eruviel Ávila.
En el estado de Hidalgo, también se vio la ruptura interna con la renuncia de 150 mujeres priístas, 15 presidentes municipales y 70 síndicos y regidores. Pese a todo, “Alito” Moreno se aseguró de seguir en el CEN hasta después del 2024, incluso cuando en los últimos tres años el PRI ha perdido más de 600,000 militantes.
Finalmente, las dirigencias estatales también han dado pocos resultados, como en Puebla, estado en el que el PRI pierde fuerza. Para el proceso del Frente Amplio por México, el tricolor en el estado apenas aportó 20,000 firmas, mientras que el PAN sumó solamente en la zona metropolitana más de 50,000 firmas.
En Puebla también se ha visto el detrimento de la militancia, ya que hasta febrero de este año el INE informó que contaban con 40,578 afiliados. Si bien es el partido mejor posicionado en este rubro, hace más de 10 años que no gobierna el estado.