Los grandes futbolistas del mundo empezaron a migrar a un torneo poco convencional, la Liga Profesional Saudí, teniendo como una de sus máximas estrellas a Neymar, quien no tardó en causar la primera polémica. En su recibimiento, el brasileño viajó a Arabia Saudí completamente solo en un Boeing 747, uno de los aviones más grandes y contaminantes del mundo.
Este tipo de aviones genera, en un viaje como el que hizo el futbolista brasileño, de París a Riad, aproximadamente 230 toneladas de dióxido de carbono directo a la atmósfera. Es un alto impacto para el medioambiente, pero es una diferencia pronunciada si se compara con la huella de carbono de una persona promedio, que no rebasa las cinco toneladas anuales.
Constantemente, se escucha que las personas debemos hacer acciones diarias para contribuir al cuidado del medioambiente, como bañarse en pocos minutos, dejar los plásticos de un solo uso, separar la basura o no usar el auto todo el tiempo. Dichas acciones individuales palidecen frente a la contaminación que provoca un puñado de las personas más acaudaladas del mundo.
Muchas prácticas de las personas más ricas del planeta son altamente dañinas para el medioambiente: no solo viajar en jets privados o helicópteros, sino también los grandes autos que consumen más recursos que el promedio, las embarcaciones privadas en que se mueven, pero también sus actividades económicas como la minería o la extracción de petróleo.
Según un estudio de Oxfam, el 1 % más rico del mundo contamina más que el 50 % de la población más pobre del mundo. Esto equivale a que un poco más de 63 millones de personas generan el 15 % de las emisiones de CO2 y consumen el 9 % presupuesto de carbono del planeta.
La diferencia es igual de notable cuando se considera que el 10 % más rico de la población, cerca de 630 millones de individuos, genera el 50 % de la contaminación y tiene una huella de carbono 60 veces más grande que la del 10 % más pobre.
El estudio de Oxfam abarca los comportamientos de la población entre 1990 y 2015, donde los números se han mantenido estables en cuanto a generación de contaminantes. En ese entonces, el 10 % de los más ricos producían el 50 % de las emisiones, mientras que el 40 % era responsable del 42 % de las emisiones y el 50 % más pobre suponía el 8 % de las emisiones.
25 años más tarde se reparte 49, 44 y 7 %, respectivamente para cada sector, lo que demuestra que los hábitos de consumo siguen igual en el mundo. Se señala que esto es resultado de las políticas económicas que priorizan la acumulación de riqueza en pocas manos. Esto, explican, se debe revertir no solo con la reducción de la huella de carbono de los más ricos, sino con la transformación a políticas más justas que cuestionen el consumo excesivo y el crecimiento desenfrenado.
El estudio es claro en demostrar que es gracias al consumo de un pequeño sector de la población que se está intensificando el cambio climático.
Otra forma de ver esta desigualdad es en el consumo por cada país. El pasado 2 de agosto se alcanzó el día de sobrecapacidad de la tierra, es decir, que nos hemos acabado los recursos que genera el planeta sin que estos puedan regenerarse antes de empezar a consumir más.
Si bien, esto es una medición donde se toma en cuenta a todo el mundo, hay diferencias entre lo que consume cada nación y cuánto durarían los mismos recursos según el estilo de vida. Los países como Catar, Estados Unidos, Canadá y Emiratos Árabes Unidos acabarían con los recursos del planeta en los primeros dos o tres meses del año, mientras que otros de consumo medio como México alcanzan hasta finales de este mes. Los menos privilegiados, como Jamaica, llevan un ritmo de consumo que sería suficiente hasta finales de diciembre.
Esto cobra mayor relevancia cuando se ponen en perspectiva las medidas necesarias para no exacerbar el cambio climático. En los Acuerdos de París que firmaron decenas de naciones de todo el mundo en 2016, se estipula que para evitar la debacle total del medioambiente, se debía evitar que la temperatura promedio del planeta supere los 1.5 grados centígrados.
Oxfam advierte que, de seguir con el mismo estilo de vida, para el 2030 las emisiones del 1 % más rico del mundo serán 30 veces más grandes, lo que impedirá limitar el calentamiento global a 1.5 grados. Para lograr el objetivo, este sector de la población debería reducir sus emisiones actuales en un 97 %.