¿Vivirías bajo tierra? El cambio climático podría obligarnos a hacerlo

¿Vivirías bajo tierra? El cambio climático podría obligarnos a hacerlo

Foto: Twitter

En lo que parece ser el marcador de una nueva era climática, julio de 2023 estableció un récord histórico al convertirse en el mes más caluroso registrado en la Tierra. Además, expertos de la Organización Meteorológica Mundial (OMM) emitieron advertencias sobre la continuación de olas de calor abrasadoras en el hemisferio norte durante el resto de agosto. 

 

Álvaro Silva, experto en clima de la OMM afirmó en una reciente conferencia de prensa: “Esta es la nueva normalidad y no es una sorpresa". En respuesta a esta tendencia de aumento de temperaturas y eventos climáticos extremos, se están explorando adaptaciones innovadoras, incluida la vida subterránea. 

 

 

En este contexto, la ciudad minera de Coober Pedy en el sur de Australia brilla como un ejemplo de cómo las comunidades están buscando refugio en las profundidades de la tierra. Cerca del 60 % de la población de esta ciudad se resguarda de las altas temperaturas en construcciones subterráneas, aprovechando las propiedades térmicas de la masa de roca y tierra que ayudan a mantener temperaturas estables. 

 

Durante veranos con picos abrasadores de hasta 50° C y los inviernos de 2° C, estas excavaciones subterráneas mantienen una temperatura constante entre 19° C y 24° C, eliminando la necesidad de sistemas de aire acondicionado. Sin estas estructuras subterráneas, el costo de la calefacción en invierno o el aire acondicionado en verano sería inaccesible para gran parte de la población de la ciudad. 

 

Las casas construidas bajo tierra en Coober Pedy no solo ofrecen refugio del calor extremo, sino que algunas son lujosas, con amplias salas de estar e incluso piscinas subterráneas. Sin embargo, vivir permanentemente bajo tierra plantea desafíos tanto físicos como sicológicos, ya que los cuerpos humanos no están naturalmente adaptados a este entorno subterráneo. 

 

 

A lo largo de la historia, la humanidad ha recurrido a la vida subterránea en condiciones extremas, ya sea para escapar de climas adversos o como medida de seguridad. Un ejemplo histórico notable es la ciudad subterránea de Derinkuyu en Turquía, que data de alrededor del 2,000 a.C. y pudo albergar hasta 20,000 personas. 

 

Sin embargo, la vida bajo tierra no está exenta de desafíos, pues las construcciones subterráneas requieren materiales resistentes a la presión del suelo y las temperaturas subterráneas también se ven afectadas por factores superficiales. A medida que el cambio climático continúa afectando al planeta, la posibilidad de construir rascacielos subterráneos en lugar de los tradicionales se vuelve una cuestión relevante. 

 

Más allá de sus ventajas, vivir bajo tierra puede plantear problemas de salud mental debido a la claustrofobia y la falta de exposición a la luz natural, lo que puede alterar los ritmos circadianos y afectar el sueño. La adaptación a este estilo de vida subterráneo se convertirá en una medida fascinante y desafiante en el enfrentamiento de un clima en constante cambio. 

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