La cara más oscura de los viajes: así es el turismo sexual

La cara más oscura de los viajes: así es el turismo sexual

Foto: FreePik

En las últimas semanas, en Puebla se han abordado una problemática en especial: la trata de personas. En el Congreso del Estado, la Fiscalía General del Estado (FGE) y los legisladores federales han presentado iniciativas y proyectos para erradicar dicho ilícito del estado y del país, aunque una vertiente que se da por la trata y que no siempre es explicada es el llamado turismo sexual.

 

México es uno de los países que atrae turistas de todas partes del mundo. Según datos de la Secretaría de Turismo (Sectur), nuestro país es el noveno lugar en cuanto a recepción de turistas, ya que en 2022 arribaron 38’327,000 turistas internacionales. Aunque la mayoría vengan para conocer la riqueza cultural del país, hay quienes llegan con otras intenciones.

 

El turismo sexual se define como la estrategia de viajar de un país, normalmente con leyes estrictas, bajos índices de trata de personas o restricciones fuertes contra la prostitución, a otros más permisivos, todo con el fin de contratar servicios sexuales, ya sea de personas locales que se dedican al trabajo sexual, normalmente explotados ilegalmente, o con otros turistas.

 

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Tan solo con viajar a un destino y tener un encuentro sexual no significa que ya se está incurriendo en turismo sexual, ya que este implica la mercantilización del cuerpo de otros humanos con fines de satisfacción personal. Para que sea considerado así, este tipo de actividad debe ser el motivo principal del viaje a otro país.

 

Uno de los principales problemas es que las personas que son explotadas sexualmente con frecuencia pertenecen a grupos vulnerables como migrantes, mujeres en situación de marginación y, en muchos casos, menores de edad de escasos recursos. Esto conlleva el rapto, el uso de violencia física y sicológica o el uso de sustancias nocivas para someter con mayor facilidad a las víctimas.

 


Existen distintos tipos de turismo sexual, incluyendo el más frecuente, la prostitución, que consiste básicamente en ir y pagar para tener sexo con alguien sin importar su condición. Otra forma es la búsqueda de espectáculos sexuales, es decir, shows en vivo donde se desarrollan actos explícitos frente a los espectadores. Uno más es la esclavitud sexual, donde las personas, mujeres o menores de edad son sometidos violentamente y se ven forzados a tener sexo con los turistas, en muchos casos extranjeros.

 

Dos casos más igual de graves son las parejas por correspondencia, cuando un turista va a un país a encontrarse con una persona previamente “ordenada por catálogo”. El otro es el turismo sexual infantil que, como el nombre lo dice, se centra en pagar para sostener relaciones sexuales con infantes, generalmente raptados de otras naciones o del mismo país que se visita.

 

Los destinos predilectos para llevar a cabo el turismo sexual son Ámsterdam, la capital de Países Bajos donde la prostitución es legal; Tailandia, Camboya y México. En nuestro país esta problemática se ha incrementado ante los ojos de todos, a pesar de que ha sido denunciado por numerosas organizaciones que luchan en contra de la trata de personas, el abuso y la explotación sexual.

 

Un estudio del Observatorio Pastoral, una organización religiosa, afirma que en México a Acapulco se le conoce como el “Bangkok de Latinoamérica”, esto porque es sumamente sencillo que personas con dinero e influencia política acudan ahí para abusar sexualmente de menores de edad. Nuestro país ocupa el segundo lugar en turismo sexual en el mundo, solo por delante de Tailandia.

 

Esta ciudad ganó notoriedad por una recopilación de textos llamada “Los Acapulco Kids”, en la que se detallan los testimonios de niños que son explotados sexualmente, pero también cómo son inducidos al uso de sustancias nocivas como los solventes, drogas sintéticas o la marihuana. Algo que se relata es como muchas madres acostumbran vender a sus hijos o hijas, preferentemente a hombres que vienen del extranjero.

 

Lo habitual es que los turistas sexuales sean hombres mayores de 40 años, provenientes de Estados Unidos o Canadá, profesionistas con buena posición económica que tienen algún padecimiento sicológico. La Organización Internacional para las Migraciones sostiene que, de los 600 millones de viajes turísticos que se hicieron en el mundo en 2017, el 25 % fueron con fines sexuales; de esa cifra, el 3 % lo hace con tendencias de abuso a menores.

 

Aunque Acapulco se ha ganado la fama de ser la ciudad favorita para esta actividad, no es la única en suelo mexicano que destaca por este ilícito. Cancún, otro destino de playa y diversión, y Tijuana, ciudad que comparte frontera con Estados Unidos, también sobresalen por ser demasiado permisivos con esta práctica.

 

El 3 de diciembre del 2020, la senadora de Movimiento Ciudadano Verónica Delgadillo García, advirtió que en México se explota a aproximadamente 20,000 niños como parte del turismo sexual que se perpetúa en el país. Un fenómeno de esta naturaleza se da gracias a que conlleva la complicidad de las autoridades del estado, redes internacionales de trata de personas y sistemas de organización que ofrecen a los turistas sexuales planes e instructivos sobre cómo hacer sus viajes.


Una de estas redes es la que expuso la periodista mexicana Lydia Cacho en su libro “Los demonios del Edén”, donde habla sobre la cooperación del empresario Kamel Nacif con el exgobernador de Puebla, Mario M. Muchos de los clientes de Nacif eran precisamente extranjeros que visitaban Acapulco con el único fin de cometer abusos contra menores.

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