El 11 de julio se celebró el día mundial de la población, los estudios demográficos son indispensables en economía pues permiten planificar actividades para satisfacer cambios en la demanda, planear niveles de producción-consumo o determinar el crecimiento económico. ¿Cómo va la dinámica de la población de nuestro país?
Todas las poblaciones de seres vivos pasan por ciclos de crecimiento y decrecimiento; algunas poblaciones decrecen tanto que desaparecen y se extinguen, otras más se adaptan constantemente al entorno, evolucionan a lo largo de miles de años y permanecen. En estos momentos la población humana mundial ha entrado a un proceso de decrecimiento que ya es notorio en los países más desarrollados y será generalizada a partir de 2030.
El decrecimiento poblacional tiene como señales de alerta la reducción del número de hijos por mujer (tasa de fecundidad) y el aumento de la población de la tercera edad (tasa de envejecimiento). Nuestro país está próximo a unirse al club de países que decrecen y ya presenta los primeros síntomas: en promedio las mujeres tienen menos de dos hijos y la tasa de envejecimiento aumenta.
La tasa o índice de envejecimiento se calcula dividiendo el total de la población mayor de 60 años entre la población menor de 14 años. Es decir, es una comparación entre el segmento de la población más vieja y la más joven. Con los datos censales de 2020 proyectamos a 2023 el índice de envejecimiento y lo mostramos en el siguiente mapa de calor.
Elaboración propia con datos de INEGI
Se observa con color rojo los estados con una tasa mayor de envejecimiento, mientras que en azul se marcan los estados más jóvenes. Sólo dos entidades, Chiapas y Quintana Roo, pueden considerarse jóvenes, pues de cada 10 niños hay menos de 3 ancianos. En contraste, la Ciudad de México es la entidad más envejecida, pues por cada 10 niños hay 9 ancianos, le siguen de cerca Veracruz, Morelos y Yucatán. El estado de Puebla tiene una tasa de 4 ancianos por cada 10 niños, por lo que todavía nos podemos considerar relativamente jóvenes.
Debido a que se han reducido el número de nacimientos, la tasa de envejecimiento seguirá aumentando, por ejemplo, en 2030, la Ciudad de México tendrá 10 ancianos por cada 10 niños, mientras que la tasa promedio nacional será de 5 ancianos por cada 10 niños. Una población más envejecida demanda nuevos servicios que cubran necesidades muy distintas a los jóvenes y asociado a ello se agudizan los problemas de depresión. Según el INEGI se estima que 7 de cada 10 ancianos sufren depresión y 9 de cada 10 experimentan algún tipo de sentimiento prolongado de tristeza.
Y ¿cómo no sentirse triste? si es un choque fuerte llegar a la ancianidad porque la estructura social occidental los menosprecia y los excluye explícita e implícitamente. Los excluimos de forma implícita cuando no garantizamos buenas condiciones de vida para la tercera edad, no sólo mediante un ingreso básico asegurado, sino también en la falta de espacios públicos de reunión y esparcimiento, como clubes de la tercera edad o la falta de centros especializados de salud como los geriátricos. Los excluimos cuando las calles y las plazas no consideran las discapacidades de la vejez: cuando no hay accesos para personas con movilidad limitada o letreros con un tamaño de letra más grande, cuando hay mucho ruido y los sonidos son poco claros.
Los excluimos explícitamente cuando olvidamos tratarlos con respeto y dignidad, cuando pensamos que son niños y les arrebatamos su jerarquía en la jefatura de los hogares. Cuando ninguneamos su pensamiento e ignoramos sus decisiones. Al menos 2 de cada 10 ancianos sufren de maltrato, lamentablemente más del 70% de los casos proviene de sus familiares más cercanos y consiste, además de la violencia física como golpes y gritos, en el abandono y la negligencia, pero también el abuso sexual y financiero, que es cuando los familiares se aprovechan económicamente del patrimonio del anciano.
Hay otra violencia más, la estructural, que es cuando el Estado no impulsa políticas que eleven la calidad de vida digna de los ancianos y éstos quedan vulnerables e indefensos. El reto para un país que envejece, como México, es diseñar desde ahora los espacios donde andarán nuestros pies cansados, pero también definir las relaciones institucionales que cuiden de nosotros cuando lleguemos a la vejez. Empecemos desde ahora, empecemos con nosotros mismos, con conciencia y amor cuidemos a nuestros viejitos.
*Profesor-Investigador Universidad Autónoma del Estado de Quintana Roo
Miembro del Sistema Nacional de Investigadores
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