El lado oscuro de la moda: ¿cómo afecta el Fast Fashion?

La industria de la moda puede ser considerada como una de las más importantes a nivel mundial, casi al mismo nivel que la alimentaria y con ganancias tan lucrativas como la farmacéutica, todo esto gracias a un modelo de negocio que se a popularizado bajo el nombre de Fast Fashion. 

Sin embargo, todo éxito tiene un costo, por lo que la posibilidad de que cada vez más personas tengan la posibilidad de comprar más ropa y a un mejor precio, tiene una relación directa con el medio ambiente que muchas veces se deja de lado o simplemente se desconoce. 

 
¿Qué es el Fast Fashion? 

 
En redes sociales es común ver a algunos creadores de contenido, también conocidos como influencers, que se dedican a promover campañas en favor del cuidado del medio ambiente, la preservación de la flora y fauna o al uso de ecotecnologías. 

Al mismo tiempo, esos mismos influencers han lanzado sus propias líneas de ropa o promocionan marcas ya posicionadas como Shein, H&M, Zara, entre otras, uniéndose a la polémica Fast Fashion, que tiene una traducción literal en español como moda rápida. 

Tiene ese nombre porque es parte de un modelo de industria y comercio que se encarga de abastecer de ropa a las marcas, a precios accesibles y disponibles las 24 horas del día, los siete días de la semana, a través de tiendas en línea. 

Justamente el comercio a través de internet es lo que ha incrementado el fenómeno del Fast Fashion, pues actualmente no es necesario ir a una tienda para poder adquirir el pantalón de moda, el vestido de tendencia o los colores de temporada. 

La gente únicamente tiene que entrar a las tiendas en línea y hacer la compra, con precios que cada vez son más accesibles, pero para ello sacrifican calidad y desde luego exclusividad, pues ahora solamente vivimos en una moda de las masas. 

Los primeros indicios de este fenómeno se dieron en la década de los 80 cuando comenzaron a utilizarse fibras sintéticas como el poliéster o el hilo, las cuales son mucho más económicas que el algodón y que otros materiales más difíciles de conseguir por su naturaleza. 

Esto también permite a las empresas textiles tener un mayor margen de ganancia, además abarataban las piezas por lo que era posible vender un mayor número de unidades, a un menor costo y generar un mayor margen de ganancias. 

Fue a partir de la década de los 2000, con el boom del internet, que la venta de ropa y su producción se ha duplicado año con año, lo que a su vez se traduce en un mayor número de desechos textiles que están hechos a base de fibras sintéticas. 

El costo medioambiental 

Algo que la mayoría de los consumidores dejan de lado cada vez que van a una tienda o compran en línea una nueva prenda, es el destino que tendrá esta cuando haya pasado de moda o haya cumplido con su ciclo de vida útil, el cual cada vez es más breve debido a la calidad de las prendas. 

Miles de toneladas de ropa acaban cada año en países asiáticos que son los principales productores de las mismas, provocando contaminación de muchas formas, ya sea si se elimina o si se conserva. 

Tomando en cuenta que la mayoría de estos textiles que forman parte del fenómeno Fast Fashion están hechos a base de fibras sintéticas, no son biodegradables por lo que permanecerán por años como lo haría una botella de pet. 

Las fibras sintéticas, sumadas a los tintes que se usan para teñirlas o deslavarlas, producen gases tóxicos si es que se opta por incinerarlas, por lo que inevitablemente se vuelven un contaminante. 

Las montañas de ropa no solamente están llenas de prendas viejas, sino que también de aquellas que ya no pudieron ser vendidas, debido a que el Fast Fashion crea tendencias cada día y lo que hoy está de moda, mañana podría ya no estarlo. 

Otra forma de contaminación por parte de la industria de la moda es a través de la emisión de gases producidos por las unidades utilizadas para el transporte de estas prendas, desde la fábrica hasta el punto de venta. 

Ya que la mano de obra es considerablemente más barata en Asia, la mayoría de las empresas deciden maquilarlas en estos países para después trasladarlas a las diferentes partes del mundo dónde las venderán. 

Con el mercado en línea también se aumenta el número de contaminación por vehículos de automotor pues alguna empresa encargada de paquetería tendrá que hacer la entrega de todas las compras hasta los domicilios de los clientes. 

¿Alguien gana? 

Para los consumidores que no se han puesto a pensar en todo lo anterior, el hecho de poder adquirir ropa de moda a un precio económico podría sonar bien; sin embargo, dejan de lado que la prenda que están adquiriendo no es de la calidad deseada. 

Algunos estudios señalan que las prendas vendidas por marcas como Shein, Zara, Bershka o H&M, están diseñadas para durar únicamente seis meses, obligando al consumidor adquirir ropa nueva cada determinado periodo. 

Entonces, hallamos que esa supuesta democratización de la moda tiene un alto costo para los usuarios, además la mano de obra que se encarga de fabricarla tampoco recibe buenos salarios, seguridad social o condiciones laborales decorosas mínimas. 

Existen algunas organizaciones que se han encargado de dar visibilidad a la negligencia laboral con la que operan varias fábricas, para que los clientes conozcan quiénes son los que se encargan de fabricar su ropa y tomen conciencia sobre aquellas marcas que subcontratan a maquiladoras que no respetan los derechos de sus trabajadores. 

Es por ello que se puede decir que en realidad las diferentes marcas que componen la industria de la moda son las únicas que tienen ganancias, dejando a su paso daños medioambientales, sociales y hasta sicológicos por aquellos trastornos relacionados con las compras compulsivas que están íntimamente asociados a las tiendas en línea.