A todos conmocionó el caso de la adolescente Vanessa N., la joven de un bachillerato de Huauchinango que presume en sus redes sociales cómo le gusta torturar y asesinar perros. En sus perfiles detalla como busca animales en adopción y les priva la comida por días o directamente los mata.
Además de sus polémicas publicaciones, en sus mensajes parece no mostrar arrepentimiento por sus actos. Después de esto, ella ha dicho que ya está bajo acompañamiento sicológico, pues a sus padres les preocupó el hecho de que su hija, de apenas 15 años, demuestre este tipo de comportamientos.
Para algunas personas lo ideal sería un castigo más severo, pero, aun siendo menor de edad, también hay quienes piensan que la atención de su salud mental es más urgente. En este sentido, algunos adultos desconocen cuál es el momento en el que se debería llevar a un menor con algún especialista de la salud mental.
Casos como el de la adolescente poblana pueden ser consecuencia de no atender a tiempo problemas que debieron verse con un guía. No existe un manual de reglas inequívocas que indiquen cuándo es el momento ideal o urgente de llevar a un menor de edad al sicólogo, pero sí hay pistas a las que se debe prestar especial atención.
Los expertos en el tema señalan que algo primordial es que los padres estén alertas sobre los cambios en el comportamiento, y es aquí que surgen impedimentos. Aquellos padres que están muy ocupados por la demanda de tiempo de su trabajo o simplemente porque no le dan importancia a sus hijos, no podrán darse cuenta cuando hay algo anormal en la conducta de su hijo.
Otra cuestión es que los adolescentes claramente pasan por diferentes etapas a medida que van creciendo, por lo que a veces ese comportamiento extraño es simplemente parte de su crecimiento. Independientemente de esto, hay diferentes aristas que se pueden notar para recurrir a un sicólogo.
Por ejemplo, si como parte de algún cambio un niño o adolescente empezó a mostrarse más violento y colérico, ya sea con agresiones físicas o verbales, acompañadas de desobediencia y hostilidad, estos son indicios de que es necesario un especialista que lo trate para evitar que dichas conductas proliferen y se conviertan en su normalidad.
Esto no suele ocurrir únicamente con los padres, toda vez que también se dan conflictos constantes con sus hermanos o compañeros de escuela, algo que no se veía antes. Como resultado, puede traducirse en un bajo rendimiento escolar y lento aprendizaje o deficiencia al momento de relacionarse con otras personas en el futuro.
Algo más a considerar es que no solamente las señales de violencia ameritan una visita al sicólogo, pues también resulta necesario cuando hay problemas para concentrarse o si hay retrasos para desarrollar el habla, la lectura y la escritura.
Los síntomas de un comportamiento regresivo son importantes, pues son aquellos que se manifiestan como las conductas propias de una edad anterior. Un ejemplo es que un niño de diez años retome conductas que tenía cuando era de cinco años, quizá mojando la cama o con hábitos que no son propios de su edad.
Igual de indispensable es checar que en sus conductas de descanso y ocio no se presenten contrastes. Esto se refiere a que de un momento a otro puede haber hiperactividad o poca energía sin explicación. Otro más es que las cosas que antes gustaban y disfrutaba mucho, ahora no tienen mayor interés. Por otro lado, si hay mucho sueño o dificultad para conciliarlo, el problema podría deberse a un trauma, por lo que la mejor opción será ir con alguien que lo revise.
El abanico de señales es amplio, pero hay signos que sobresalen, como algún problema sicológico. Esto puede ser un niño comenté que escucha voces, hay gente donde realmente no hay personas o concretamente manifieste que ve cosas inexistentes o movimientos en objetos inanimados.
Finalmente, existen las vertientes emocionales, que pueden afectar sigilosamente. La depresión no es un problema exclusivo de adolescentes o adultos, ya que los niños también llegan a padecerla. Esto se hace evidente cuando un infante empieza a aislarse, no le gusta hablar con nadie o simplemente denota tristeza y poco ánimo todo el tiempo.
Como se mencionó al principio, las razones que llaman a llevar a un menor al sicólogo son varias y, aunque hay unas más claras que otras, cada menor es diferente. Si se opta por llevarlo al sicólogo se debe hacer con el convencimiento de que siempre será para mejorar una situación y que esto no implica que el niño o niña tenga algo mal en su cerebro, pues en ocasiones solo son etapas.